Iniciamos 2024 y nos damos cuenta de lo que nos falta aún hasta finalizar el 2025 (y no es que creamos que las elecciones —al menos con el panorama para hoy— sean la panacea de nuestros males).
Masistas de Evo y Masistas de Arce —no digo de Andrónico porque aún no lo veo rupturista y aun menos digo del Jilata porque si nunca fue más que poco, ahora es aún menos—, los opositores de Camacho y los opositores de De Mesa y los opositores de ellos mismos (y los que no saben aún de quién son) es lo que tenemos hoy y lo que —según pareciera hasta ahora— nos aguardaría hasta finalizar el año próximo.
Y todos —todos, a sus formas e ideas e intereses— sembraron vientos. Por eso ahora recogen tempestades.
Empecemos por el ExJefazo. El entonces joven líder cocalero, desde el día de su primera coronación se tragó todos los cuentos de sus áulicos —expertos en narrativas y en odios, como el Segundo Caballero [sic]— y dejó que Hýbris le infectara de estúpidos orgullos, arrogancias y vanidades mayestáticos. Por eso en 2016 no pudo soportar que le dijeran ¡NO! a su cuarta coronación —¡negársela a él, que le había dado de todo a todos!— y tuvo que recurrir a sus servidumbres genuflexas, deudoras de cargos, para que le “reconocieran” su “divino derecho” (poco importa que después… bastante después y en otras obediencias… se lo refutaran), una especie indiana del jus divinum regum. Y ese Hýbris no le dejó entender que en 2019 “su” pueblo no le aceptara el falsificar elecciones ni —¡menos incluso!— engañar a todos; por eso huyó con la cola ratera entre las patas. Tampoco entendió que en 2020 no regresara en andas al Poder, ni que fuera blanco de silletazos ni que “su” designado le serruchara el piso. Terribles consecuencias de Hýbris: sin guita y sin Poder —las dos caras de lo mismo—, pura angurria de ellos.
Pasemos a “El Designado”. Si un dedazo lo aupó —por pura mitomanía—, en el Poder ya, él —tercerón más que segundón durante casi cinco lustros, mensajero o cajero de Su Jefe, pronto siempre para satisfacer Sus Designios—, entendió que el dedazo lo convirtió en El Que Decidía y él (hasta entonces “él”) ahora ya era… el Él. ¿Y por qué no seguir siendo Él? Pero la siembra —mejor dicho: la ausencia de siembra— de casi cinco lustros sólo se subsanaba con el despilfarro “holandés” de lo que plantaron los “malos de antes” (“malos” que, al menos, dejaron para cosecha abundante): sin nada que cosechar y sin acabar de plantar nuevo —otro “nuevo”—, ¿qué queda? ¡Narrar! Como enseñó el ExJefazo y sus áulicos: Narrar en bonanza; narrar en declinante bonanza —pero sí que la hubo—, y narrar cuando ya no la había —pero recordando que la hubo. ¿Pero si “tu” bonanza sólo fue la del cajero, la del mensajero…? Cuarto año de gobierno y cuarto año de no-bonanza; si el éxito se midiera “por plantar para la bonanza”, éste es, sin duda, el cuarto año del rotundo fracaso… del cajero, la del mensajero… y de toda su laya.
¿Y en la otra acera? Si desde las primeras sesiones, las bancadas opositoras —entre ambas, más nutridas que las efectivas de 2015— fueron permeadas de disidencias, de transfugio pero no fueron más efectivas en proponer y fiscalizar; y no es que no hubiera entre ellos asambleístas enfocados, capaces y muy motivados ni que todos sus asesores fueran mediocres —hasta patético fue que el gurú de una de las dos agrupaciones fuera el, sin dudas, antes brillante estratega del ExJefazo y del Segundo Caballero—; entonces las causas tuvieron que estar en pocas rigurosas selecciones, fracasados liderazgos mediocres —no hablo ni de discursos brillantes ni efectivas arengas de barricada—, falta de estructuras y debates internos y, además y mucho, en la ausencia de Política en el sentido visionario y de consenso y alianzas de mínimos —también carentes el ExJefazo y el “Designado”—, sujetándonos en la mediocridad y el desamparo.
Sin batalla ideológica —que manipulada, influida foránea y desastrosa en resultados para Bolivia, aun así hubo en la Constituyente la hubo—, quizás el sua culpa (porque jamás hubo el mea culpa, aunque esos errores nos trajeron a este hoy a través del 2019 y 2020) debería atrasarse hasta fines de 2018, cuando varios Egos Protagónicos (con mayúsculas) fracasaron una candidatura común, de la que hoy se habla sin protagonismos ni programas algunos. Como dice el dicho: “a quienes le pegue el sayo, que se lo pongan”.
¿Qué nos queda? Los MAS: destruyéndose cainitamente —porque gemelos en propósitos son— hasta que quede uno (o ninguno); las oposiciones: las mayores, con sacrificadas heroicidades y con tránsfugas onanistas, con liderazgos (los que hay) mediocres y ya fracasados, y las menores (las antiguas, que resurgen, y las nuevas, que casi nunca son más que recicles) esperando los vientos. Y Santa Cruz, urgida de su liderazgo potente (el de 2002, el de 2005 y el de 2006, al menos) y defendiendo su Modelo.
Lo que sucede es que es fácil sembrar vientos pero siempre —siempre— lo que se recoge son tempestades. Impidamos que sean terminales.
El autor es analista y consultor político