Para quienes escribimos nuestras opiniones y las aventamos al dominio público —contando con la generosidad de quienes la leerán— hay un momento muy difícil: cuando hay muchos temas que nos encandilan, ¿sobre cuál meditamos, usted y yo?
Ésta es una semana de ésas: elecciones en Argentina (primera vuelta en camino de un ballotage, como fue de esperar); primarias opositoras en Venezuela, resucitando —una vez más, como en 2013, o en 2015— la esperanza una solución democrática para la salida el chavismo que no acabe en ilusión frustrada; la quema de nuestros bosques en Santa Cruz (y no sólo en ella), camino directo de un desastre como en 2019 y, una vez más, como entonces se retacea la urgencia —poco se ha hablado de cómo la indignación de octubre potenció del resentimiento ante lo sucedido…
Empecemos con Argentina. Si algo claro queda en Argentina luego de estas elecciones, es que parte del centro “indeciso” —ése que con los radicales sigue anclado en su gloria de inicios del 20 y el corto momentum de Alfonsín—, la centroderecha y la derecha ya no serán lo mismo en adelante porque el fenómeno Milei los dejó sin discurso —ya veremos cómo les sigue de seguidores— a unos y a otros los mandó al massismo —¡cuidado con confundir con “masismo”!; jubiló (aunque no se hayan enterado) a muchos políticos —de la verdadera Kasta y de la otra— y resucitó un peronismo más ¿liberal? —como el de Menem con Cavallo aunque espero que menos corrupto.
Por lo pronto, no sé si Massa ganará pero sí creo que Milei será luciérnaga —ganando o perdiendo—; Macri perdiendo —su Juntos x el Cambio (versión desmejorada ahora de Cambiemos)—, ganó —él— porque fundió ese engendro que se creó para retomar el Poder y sobre la mezcla de quienes estaban a su alrededor (Bullrich, Losteau, Morales, entre otros) él ya no “pesaba” igual… y no podía ser el bon vivant que jugaba bridge.
Venezuela es un caso aparte: A pesar de cuánto obstáculos se les plantó, las Primarias Opositoras se hicieron y con éxito —a pesar de los impedimentos logísticos y de la negación de apoyo del Consejo Nacional Electoral, del bloqueo de servidores, de mal tiempo en lugares del país y, sobre todo, del continuo amedrentamiento, demeritación y “silenciamiento mediático” manipulado por el Gobierno— y más de 2,3 millones de ciudadanos venezolanos fueron a elegir candidatos y el 92,3% decidió, con contundencia, que fuera Marina Corina Machado.
María Corina —no Guaidó, no Capriles, no otro— desde 2002 ha sido, cada vez más, “la bestia negra” para el chavismo; empezó a “pagar” su enfrentamiento desde 2014 cuando le retiraron su curul en la Asamblea Nacional “por violación de la Constitución” y presunta “traición a la patria”. Liberal, propugnadora de un “capitalismo popular”, defensora de la vía democrática no violenta, hoy María Corina Machado está inhabilitada por la Contraloría General de la República para ejercer cargos públicos durante los próximos 15 años; su rehabilitación irrestricta está como baremo del mantenimiento de la reducción (parcial y temporal pero muy necesaria ahora que China no puede “ordeñarse” más) de las sanciones impuestas por EEUU al madurismo: de no cumplirlo —por el miedo que la candidata despierta al oficialismo—, ya EEUU anunció que sería causal de reaplicación completa de las sanciones.
Por último, la destrucción de nuestros bosques y nuestro medio ambiente. En 2022, el Instituto Boliviano de Investigación Forestal denunció que desde el año 2001 (no incluía 2022 ni 2023 por lo tanto) fueron quemadas más de 13,7 millones de hectáreas, de ellos casi ocho millones de hectáreas de bosques protegidos y no aptos para agricultura (FAN Bolivia), el 79% en el departamento de Santa Cruz.
¿Hasta cuándo?
El autor es analista y consultor político