«El decurso de los acontecimientos hace preguntarse a muchos qué está pasando en este país, en el que la polarización política ha pervertido y contagiado a los medios de comunicación y muestra ya preocupantes evidencias en el comportamiento de la calle. La respuesta [es:] la clase política es la peor que hemos tenido desde hace casi medio siglo. […] La clase política en general, la de las democracias en particular, es manifiestamente mejorable y lo que está fracasando es el sistema de representación».
Una visión panorámica que describe a cabalidad más de cuarenta años de crisis latentes y de crisis reales —con “momentos” (no más que eso) entre ellas de fuertes medidas rectificativas, a veces dolorosas pero imprescindibles, a veces vilipendiadas pero efectivas— para nuestra Bolivia.
«Las clases dirigentes no pueden alegar inocencia ante la crispación creciente de la sociedad, animada y promovida por los medios de comunicación, financiados unos, amenazados otros, o financiados y amenazados a un tiempo, por el poder».
Agregaré silenciados —de muchas formas: algunas “legales” las impositivas y las financieras pero tan deleznables como las mafiosas y violentas de las dictaduras— los medios que intentaron resistir las amenazas, como en recientes fechas lo fueron Página Siete y Los Tiempos y un poco antes El Diario y lo fue también el único medio escrito verdaderamente nacional: Presencia.
«[…] La falta de diálogo entre los diferentes es el origen fundamental del deterioro de la política, convertida en espectáculo de pésima calidad, cuando no en prácticas mafiosas como los casos de corrupción demuestran. Estos tienen que ver de ordinario con el insaciable apetito de financiación [y aun] con la liberalidad interesada de los gobiernos, dispuestos a fomentar subvenciones de todo tipo, a personas e instituciones, con el pretexto de combatir desigualdades sociales».
Bonos y sinecuras, clientelismo sin meritocracia; bonos y ayudas que fomentan la dependencia clientelar pero que para los que realmente es su única forma de subsistir —los únicos para los que sí es justicia social— les hace olvidar el fracaso de la Política en crear un sociedad de hombres y mujeres libres e independientes gracias a su trabajo digno y a sus salarios justos, fracaso consecuencia de modelos siempre fracasados vendidos como panacea pero que sólo producen pobreza y, poco luego, miseria.
Los textos resaltados no se refieren a Bolivia ni los escribió un boliviano pero bien la reflejan y cualquiera que escriba con independencia de criterio pudo suscribirlo. Son de Juan Luis Cebrián, exdirector de El País (1976-1988) y expresidente del Grupo Prisa (2012-2018) en España (“Bambi y la polarización”, The Objective —El País se lo censuró—, 09/04/2024) y se refieren al actual momento de España (“momento” del que Cebrián puede hablar con mucho conocimiento, porque siempre fue conmilitón del Poder), con el socialismo prostituido a conciencia por una rosca abyecta decidida a enquistarse en el Poder por cualquier modo—en loor de algunos amigos honrados que, a pesar de todo, aún apuestan por el socialismo diré que tiene que haber, por ellos, uno de personas forradas de ilusiones sinceras. ¿Acaso las frases no reflejan nuestra Bolivia ahora y el cainismo que nos espera camino del Bicentenario —y podría agregar las incompetencias egoístas de la que debe ser su “acera de enfrente”?
El artículo de la semana pasada lo escribí pensando en dos queridas amigas de quienes entonces no quise hablar para no ofender sus modestias pero rectificaré porque un amigo me recordó que honrar honra, como dijera Martí: lo concebí pensando en Susana Seleme Antelo y Paula Peña Hasbún, orgullo ambas para Bolivia y, en particular, para Santa Cruz.
Éste de hoy lo pienso en dos amigos españoles, amantes fieles de Bolivia y siempre activos colaboradores y hermanadores de nuestros pueblos: Ramón Emilio Mandado —quien me proveyó el artículo de marras— y el P. Juan Manuel Díaz, profesores universitarios también en Bolivia y de los que he aprendido trabajando con ellos.
Pero no será ésta la última entrega de “Las Bolivias después del Bicentenario”…
El autor es analista y consultor político