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Opinión

Hitos, mitos y lecciones subnacionales

17 de Marzo, 2021
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JOSÉ RAFAEL VILAR

El domingo pasado, con algunos datos de principales sitios de elección sin llegar al 100% pero bordeándolos, tuvimos los resultados oficiales del cómputo de las elecciones subnacionales, suficientes para analizar prolijamente.

Lo primero es la preeminencia territorial: en 2015, el MAS-IPSP ganó seis Gobernaciones (Chuquisaca, Cochabamba, Oruro, Potosí, Beni y Pando) y dos Alcaldías principales (Sucre y Potosí), a las que sumó las alianzas con los ganadores en Oruro (MCS-FA), Trinidad (MNR), Cobija (PUD) y —tácitamente— Santa Cruz de la Sierra (SPT): en total, seis de 10 Alcaldías principales, quedando en manos de la oposición las de La Paz, El Alto, Cochabamba y Tarija —ésta al menos al inicio.

El panorama es diferente en 2019: el MAS-IPSP repite ganando las Gobernaciones de Cochabamba, Oruro y Potosí y va a segunda vuelta en los departamentos de Chuquisaca (está segundo), La Paz (se estancó en el 39,70%), Pando y Tarija (en ambos su ventaja es mínima: 2% y 0,12%, respectivamente); en los cuatro balotajes, contará en contra con el conjunto de los votos antiMAS-Evo, lo que vale decir: el resto de los electores. Para las 10 Alcaldías principales, este año la única que gana es la alcaldía de Oruro —esta vez sin necesitar de “adquirir” aliados— y en Sucre está a la espera de los resultados en la repetición de tres mesas en el municipio para definir el ganador (la diferencia entre los dos primeros es del 0,20%).

Si recordamos que el voto de los departamentos del Eje Central representa el 73,2% del electorado habilitado en el padrón y que la población de las 10 ciudades principales tiene el 41,5% de ese mismo padrón, el MAS-IPSP retiene solamente el gobierno departamental del 30,3% del electorado habilitado en el país y, ya con certeza, el gobierno municipal del 7,5% del electorado habilitado en las 10 ciudades capitales más El Alto. Los balotajes en Chuquisaca, La Paz, Pando y Tarija y las repeticiones de votación en Sucre pueden corroborar o no este resultado pero harán dolor de cabeza para sus estrategas, además de hacer quedar peor a algunas “opinadoras”.

Si recordamos que dos candidatos que van a discutir Gobernaciones al MAS en segunda vuelta y, al menos, dos de las alcaldes ganadoras fueron dirigentes, autoridades electas o aliados del MAS-IPSP, se puede entender que el “dedazo” fue verdaderamente símbolo que el poder monolítico caudillista dentro del partido que nos gobernó 14 años y nuevos meses va en caída libre.

Me quedan las lecciones y los mitos: Aunque se aduce que elecciones nacionales y subnacionales son percibidas diferentes para el electorado, ésta del pasado 7 de marzo fue entendida por los electores como el contraste con la de 2020 en la medida de cuán válido —o no— había sido el mito del “milagro económico” que le dio victoria a Luis Arce (entendido él como “otro MAS” y capaz de abrir la cornucopia de la nueva bonanza, además del hartazgo con los políticos opositores al MAS —parte o no de la gestión de la Transición), coincido con Carlos Toranzo en que estas subnacionales muchas decisiones se apartaban de «la agenda  cotidiana, de realización de obras para los votantes»: en 2020, Arce obtuvo el 55,11% y en ésta de 2021 —al menos para Gobernaciones— le votó el 42,53% de habilitados. La segunda lección es que, una vez más, la dispersión onanista de candidaturas siempre perjudica a la oposición, y la tercera que esta elección terminó de enterrar a partidos que fueron importantes estos 15 años: DEMÓCRATAS, UN, SOL.BO, SPT, UDA…

De los mitos: sólo en pocos departamentos el voto rural es influyente —en 2018 sólo el 30,6% de la población era rural— y el de país indígena lo desinfló el Censo 2012.

Quise escribir también de las aprensiones —razias— recientes como expresión de debilidad en el Poder, pero será la próxima.

José Rafael Vilar es analista y consultor político.
Twitter @jrvilar

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