ERICK R. TORRICO VILLANUEVA
Entre la “colonialidad” del sociólogo peruano Aníbal Quijano Obregón y el “complejo del colonizado” del comunicólogo brasileño José Marques de Melo no hubo parentesco conceptual y tampoco ambos autores llegaron a conocerse; sin embargo, una sintonía de principios e ideales entre ellos alimenta su legado crítico.
El punto de encuentro clave es su preocupación por el estado de subordinación que, en sus diagnósticos, caracteriza a América Latina en el plano del pensamiento.
La primera noción, la “colonialidad”, fue propuesta por Quijano en 1992 para dar cuenta inicialmente del sometimiento cultural resultante de la imposición de patrones de conducta, creencias y lenguajes que los colonizadores europeos llevaron a cabo en la región desde finales del siglo XV. Esa acción, que operó y trabaja sobre los imaginarios, fue y es distinta del colonialismo, más bien consistente en la ocupación territorial y el control económico y político-militar directos que también, por supuesto, ejecutaron las potencias invasoras.
Más tarde, Quijano planteó el concepto de “colonialidad del poder” referido a la reproducción y pervivencia de la mentalidad de los dominadores en las relaciones sociales y las instituciones posteriores a la etapa independentista republicana, de manera que, hasta la fecha, esa lógica de sometimiento y explotación se mantiene en los países del área aunque los colonizadores hubiesen sido expulsados hace dos centurias. Así, el viejo poder colonial no es sino el nuevo poder de los grupos dominantes sujetos, a su vez, a fuerzas e intereses exógenos.
En ese marco, Quijano puso asimismo al descubierto la estructura global de sojuzgamiento establecida con la clasificación social moderna basada en la categoría de “raza”, diferenciación fenotípica añadida a los criterios tradicionales de sexo, edad y fuerza de trabajo que separaron a la gente en grupos distintos y bajo relaciones de superioridad-inferioridad. Por tanto, las relaciones de poder fueron racializadas, lo que quedó igualmente expresado en el plano del conocimiento con la validación exclusiva de la ciencia “occidental”, o sea, con la “colonialidad del saber”.
La otra noción, el “complejo del colonizado”, fue empleada por Marques de Melo a comienzos de los años noventa para cuestionar el pragmatismo de intelectuales latinoamericanos de la Comunicación que optaron, como aún sucede, por ser simples repetidores –“espejos”, diría él– de las ideas venidas del Norte.
Si bien Marques de Melo enfatizó la responsabilidad individual y habló de una “distorsión de personalidad” como causantes de esa “dependencia congénita”, sostuvo asimismo que los sistemas mediáticos constituidos en América Latina heredaron el elitismo colonial y fueron puestos al servicio de los intereses de los grupos dominantes.
Ante esta situación, este autor asumió una estrategia de gran magnitud para que se conozca, valore y difunda el pensamiento regional a partir del sello de la “Escuela Latinoamericana de la Comunicación” y se convirtió en el gran dinamizador de organizaciones como la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación, la Asociación Iberoamericana de Comunicación o la Confederación Iberoamericana de Asociaciones Científicas y Académicas de la Comunicación.
Aníbal Quijano y José Marques de Melo han partido recientemente, mas la vitalidad y pertinencia de sus planteos corren hoy por la sangre de los intelectuales críticos de la región.
Erick R. Torrico Villanueva es especialista en Comunicación y análisis político.