Nuevamente la wiphala es motivo de escándalo. El vicepresidente David Choquehuanca la izó en el acto conmemorativo de los 211 años de la gesta libertaria de Santa Cruz, motivando exclamaciones de reprobación por parte de los asistentes, luego insultos y enfrentamientos verbales, y, finalmente que sea vergonzosamente arriada por algunos de los allí presentes.
Evidentemente, lo del vicepresidente o fue un despiste o un acto deliberado de provocación. Es tentadora la hipótesis del despiste. Si revisamos las declaraciones y mensajes de David Choquehuanca asombran sus afirmaciones, más propias de las de un adepto de la teoría de los antiguos astronautas que las de un estadista, nada menos que en pleno “proceso de cambio”. Pero, al ser despistado fácilmente se puede ser también provocador.
En todo caso, los resultados no parecen corresponder a los que una mente maquiavélica masista (si la hubiera) habría buscado. Es cierto, los cambas reaccionaron hormonalmente. Para la propaganda gubernamental, allí están los odiadores de la wiphala, los racistas, anti indios y reaccionarios… De ahí, a movilizar los sectores indígenas y populares para lavar la afrenta a la wiphala y cercar, invadir o por lo menos amenazar a los cruceños y sus autoridades (y así matar uno de los focos de oposición), habría solo un corto trecho.
Sin embargo ¡no hubo reacciones en la magnitud y naturaleza que el gobierno esperaba! Los cambas, luego de arriar la wiphala, la doblaron respetuosamente y, casi ritualmente, la devolvieron a las autoridades correspondientes. En las regiones del Occidente no proliferaron los gritos despenolados de años pasados, en ocasiones similares. Claro que aquí los sectores indígenas y populares están más bien medrosos de que la reciente propuesta de Ley sobre contra legitimación de ganancias pueda afectar a la naciente “burguesía” andina, que, paradójicamente, tomó impulso gracias al gobierno “socialista” del MAS y en La Paz existen enfrentamientos entre indígenas cocaleros de los Yungas y policías, y no en defensa de la wiphala, sino de qué grupo tendrá el control del mercado para sus productos.
Las reacciones de intelectuales indígenas, tradicionales defensores de la wiphala, son también blandengues. Y es que el convencimiento de que el MAS utilizó y envileció ese símbolo para mezquinos intereses partidarios es cada vez más acendrado. Ya no se trata de reivindicar ese símbolo, sino de pensar cómo salvarlo del descrédito al que lo arrastra el colapso masista.
Las reacciones que sorprenden son de los sectores de oposición en el occidente del país, especialmente en La Paz. Son los únicos en –aparentemente- haber caído en la trampa del gobierno. Especialmente a través de las redes sociales, insultan a la wiphala y se identifican con la bandera cruceña, más que los mismos cambas. Se desahogan en su anti indianismo y expresan su resentimiento racista al asumir la zozobra de sus ancestros, sintiéndose defensores de la civilización ante el asedio de bárbaros y salvajes.
Las avivadas del MAS, cada vez menos eficaces, muestran un balance inesperado. 1) Un proceso de readecuación de sectores indianistas y populares quienes, manteniendo su amor y su respeto al símbolo de la wiphala, ya no caen en el fetichismo wiphaleño. 2) En vez de que la utilización de lo indígena y de sus símbolos sirvan para descabezar a sus opositores, el MAS contempla con angustia como sus acciones están convirtiendo a quienes quiere sacrificar en potenciales sacrificadores: ¡Convirtieron a Jeanine Añez en mártir y a Luis Fernando Camacho en héroes sectoriales! 3) Señala la irreversible decadencia de la oligarquía paceña como conductores políticos nacionales: es el único sector al cual la arremetida gubernamental sacrificó. Los encerró en la protesta lírica, el odio anti indígena y el sometimiento a su ancestral contendiente: la oligarquía cruceña.