The Silence of the Lambs —en los países de habla hispana difundida como El silencio de los corderos o El silencio de los inocentes— fue un drama (película) estadounidense de 1991 de los géneros de terror y suspenso psicológico que reconfirmó al galés Anthony Hopkins como uno de los más grandes actores contemporáneos y consagró a Jodie Foster como una gran actriz.
No voy a aburrir narrando o comentando el filme —que, como a muchos, me impactó— pero sí voy a decir que estos días, lamentable y penosamente, vino a mi mente reiteradamente su título.
El martes, el presidente evista del Senado fue reelegido. Un presunto Acuerdo entre los sectores evista y de las dos oposiciones —sin participación de las disidencias de COMUNIDAD ni de CREEMOS— viabilizó el compromiso de voto y derivó en una Agenda legislativa de nueve puntos presuntamente consensuada. Pero no lo estaba, a pesar de los firmantes. Y fue entonces la algarabía de Evo, Arce y toda la laya.
Aunque se difundió ampliamente “el acuerdo” y la presunta Agenda acordada —firmada por los jefes de Bancada de ambas oposiciones—, Andrónico Rodríguez negó fuera consensuada porque había puntos que salían de su tuición —o del interés del evismo, se entiende. Evo denunció un “acuerdo para beneficiar a Carlos de Mesa y a Luis Fernando Camacho” —además de Jeanine Áñez y los involucrados en los casos Senkata-Sacaba—, rotundamente negado por Rodríguez; Arce —y su vocero— denunciaron una “alianza opositora” que incluía al evismo, CC y CREEMOS —aunque no lo precisó, no participaron las disidencias de ambas oposiciones.
¿Qué pasó?
Indiscutible que para analizó qué sucedió —y por qué sucedió— debemos dividir la comprensión desde dos actores: las bancadas de CC y CREEMOS, de un lado, y del otro Evo Morales (con Rodríguez en escena).
El arcismo, pocos días antes, había conseguido conservar el poder en la Cámara de Diputados con el apoyo numérico de las bancadas opositoras —o, al menos, de parte de ellas. Quizás por ello —y por las atribuciones características de Diputados— no se habló de ningún acuerdo o pacto.
Pero el Senado era otra historia. El evismo lo controlaba desde 2020 pero las “migraciones” hacia el arcismo había reducido el bloque evista, aunque seguía siendo la primera mayoría de los cuatro bloques: evistas, arcistas, CC y CREEMOS (descontando sus disidencias). Tres votaciones anteriores habían denotado un bloqueo para la pretensión del evismo y dado posibilidades a una candidatura arcista, lo que podría significar la pérdida del control del Senado para el evismo. Y eso Evo y su entorno —incluyo Rodríguez y algunos principales líderes del MASEvo, titulares en el Senado— no podrían soportarlo, sobre todo en este momento en que el liderazgo de Morales y del poder chaparista estaban en juego.
Y fue cuando las dirigencias de las bancadas opositoras en el Senado entendieron que reforzar el arcismo con el poder en ambas Cámaras le era contraproducente —y negativo si hubiera que negociar con el Gobierno— y coligieron que era el momento de actuar, presionando y “vendiendo caro su voto”. Y ahí apareció la mencionada Agenda “de consensos democráticos”.
Con nueve puntos, entre los que se planteaban la restitución de los dos tercios para los trámites legislativos, garantizar las elecciones judiciales, ejecutar una reforma para que los actuales magistrados dejaran sus cargos a fin de año sin posibilidad de prorrogarse, un nuevo Padrón Electoral, además de (entre otras) el cambio de las primarias cerradas a otras abiertas, simultáneas y obligatorias —como las PASO en Argentina, aunque en mi modesta opinión las de 2019 demostraron haber sido un mero “saludo a la bandera” porque ninguna organización presentó más un candidato, lo que las hacía un ensayo de las generales. Pero la perla más importante era que se respetara el “debido proceso para presos políticos”, que estaba en consonancia con el permanente reclamo de juicios de responsabilidades y que reaparecía con algunas posibilidades en la decisión de Diputados de archivar hasta el próximo año cinco posibles juicios de ese tipo y la decisión del tribunal de El Alto —y luego el de Sacaba— de considerarse no apto para un nuevo juicio común para la expresidente Añez (parte de lo que ya mencioné en mi anterior columna: “MAS … ¿o menos?”)
Antes de la elección de la directiva, el Senado debatió por más de cinco horas una propuesta de agenda legislativa planteada por las bancadas opositoras; su aceptación llevaba consigo la votación de esas bancadas por el senador Rodríguez y, según difundieron los medios esa mañana luego de la sesión, “había sido aceptada”, pero después de elegido, Andrónico Rodríguez dijo que solo se aceptó una “propuesta de agenda legislativa” de COMUNIDAD CIUDADANA y CREEMOS para discutirla. (La senadora y candidata del arcismo a la presidencia del Senado, Ana María Castillo, aseveró que los opositores le ofrecieron la agenda de los 9 puntos a cambio de sus votos, pero que la bancada arcista la rechazó).
¿Rodríguez aceptó un acuerdo pero la diatriba furibunda de Morales lo hizo recular aceleradamente, desdiciéndose y “madrugando” a las oposiciones? ¿Acaso fue para paliar el fracaso evista —pachotada bravucona— sobre la “toma de las TEDs? ¿O siempre fue su intención desdecirse por aquello de “métele nomás”, una posición tan inmoral como siempre actuó Evo?
Y de las oposiciones, ¿los obnubilaron los “buenos deseos” y un muy falso “sentido de oportunidad”, que les llevó a una aventura írrita a la postre? ¿O, peor, fue otro mal cálculo estratégico —como, por citar sólo uno, la chorrera de proyectos sobre el Censo cuando, aparentemente, todo había sido acordado antes— y, dicho en criollo, se los mamó Rodríguez?
Decida usted.
El autor es analista y consultor político