La Paz, 17 de junio (ANF).- Uno de los ejes fundamentales y urgentes que los países debaten, pese a esta pandemia, es el medio ambiente y los mecanismos para afrontar su preservación tras esta emergencia sanitaria. Por el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, desde las Naciones Unidas se insta a la restauración de tierras y al apoyo a comunidades más vulnerables. En Bolivia la degradación de suelos persiste con actividades de alto impacto.
“La biodiversidad está disminuyendo, la concentración de gases de efecto invernadero está aumentando y las huellas de nuestra contaminación se pueden encontrar hasta en las islas más remotas y las cumbres más altas”, alertó el Secretario General de la ONU, António Guterres.
Por ello, desde este organismo se enfatiza que la degradación de tierras ya sea a consecuencia del cambio climático o de la expansión de la agricultura, las ciudades y las infraestructuras, coarta el bienestar de 3200 millones de personas, perjudica la biodiversidad y comporta la aparición de enfermedades infecciosas como la Covid-19.
Guterres explicó en su mensaje que la restauración de tierras, una opción sencilla, barata y accesible para todo el mundo, contribuye a eliminar el carbono de la atmósfera, a ayudar a las comunidades vulnerables a adaptarse al cambio climático y a aumentar la producción agrícola cada año en 1,4 billones de dólares.
En el caso de Bolivia, el biólogo e investigador holandés que radica en el país, Vincent Vos, manifiesta que hay áreas específicas con una clara degradación de suelos y en las cuales hay que poner atención y encaminar políticas.
“Tenemos en principio la zona andina donde hay poca vegetación y hay tierras desnudas con suelos descubiertos que generan una erosión directamente climática y sobre esto hay la salinización, esto es natural”, detalla el experto en entrevista con ANF.
En las zonas de las montañas y valles hay problemas de erosión hídrica, también es natural, pero cuando arrastra a los suelos y “cuando se hacen prácticas agrícolas inadecuadas en una deforestación acelerada, hace que esa erosión aumente y se tenga serios problemas de pérdida de nutrientes y suelos fértiles”.
“Cuando ya se llega a tierras bajas, ahí destaca la erosión en términos de productividad de tierras que es especialmente fuerte en la zona de la expansión agrícola al este y norte de Santa Cruz”, afirma Vos.
El experto detalla que la agricultura mecanizada con la producción de soya ya tiene y genera suelos pobres y con pocas posibilidades de vida en lo posterior. “Pero es más fuerte en el este, donde se expande la agricultura, por ejemplo en la Chiquitanía y el Chaco. Esas prácticas agrícolas tienen un impacto mucho mayor, porque son suelos menos aptos para la agricultura y son forestales y con baja capacidad de aguantar esta erosión y ahí se deja con más fuerza esta reducción de vida y productividad”.
El Plan de Estrategia Nacional “Neutralidad en la Degradación de las Tierras”, detalla, por ejemplo que la FAO estableció que hasta un 35% de los suelos agrícolas de Bolivia se encuentran degradados, y más del 60 % de la población boliviana vive y produce en ese entorno de degradación “lo cual muestra la gran vulnerabilidad de la población boliviana a la inseguridad alimentaria si el proceso de degradación continúa”.
“Las causas son variadas, entre los que se encuentran,por una parte, un entorno ecosistémico adverso con déficits de humedadmuy variables, combinados con un mal manejo de los sistemas productivos en el Occidente del país (mayormente situado en zonas altas).Por otra parte,una fuerte presión por llevar adelante cultivos que fuerzan altas tasas de deforestación para habilitar tierras para cultivos, es típica del Oriente del país en zonas bajas”, detalla este documento.
Por su parte, el director de la fundación Productividad Biosfera y Medio Ambiente (Probioma), Miguel Crespo da cuenta que en Bolivia la desertificación se debe fundamentalmente a las acciones desarrolladas por modelos de producción que son insostenibles, “como es el caso del manejo inadecuado de los suelos, los monocultivos, uso de agrotóxicos y transgénicos, la minería y la explotación de hidrocarburos, principalmente”.
Incendios en 2019 y 2020 en las regiones de la Amazonia, Chaco y Chiquitanía, nuevamente pusieron en debate el incremente y la expansión de la frontera agrícola con chaqueos y desmontes que generaron también la pérdida de biodiversidad y degradación de suelos.
Pueblos indígenas manifestaron que fueron los más afectados por estos eventos y desde diferentes organizaciones se pidió que se abroguen normas que están en vigencia y promueve v y avalan las quemas y desmontes en Bolivia.
“Cuidar la tierra, un recurso finito, y plantear soluciones contra la desertificación es fundamental. Solo restaurando nuestros suelos y cuidándolos podremos tener: seguridad alimentaria y salud ambiental, pues no debemos olvidar que absolutamente todo está estrechamente interrelacionado”, recalca Crespo.
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