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Nacional Seguridad

Internos en complicidad con la policía asfixian y electrocutan para extorsionar en San Pedro

Para cumplir con la extorsión de Bs 3.000 exigido por el gobernador del penal, los delegados supervisan y aplican torturas como golpizas, ahogamientos y descargas eléctricas en complicidad con el personal policial.
12 de Febrero, 2022
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Puerta principal del penal de San Pedro de La Paz. Foto: Internet
La Paz, 12 de febrero (ANF).- La violencia a la que fue sometido Javier (nombre cambiado para mantener su anonimato) por delegados y “disciplinas” (internos que hacen de seguridad al interior de la cárcel), con aquiescencia de los efectivos policiales solo es concebido en las películas de abuso y tortura militar. Se trata de una cadena de extorsión a través de torturas, de la que participan desde el policía portero del penal hasta la máxima autoridad de la cárcel. La aplicación de las técnicas de tortura psicológica y física está a cargo del delegado de la sección y “los disciplinas”. Toda esta situación está validada por las autoridades de Régimen Penitenciario que tienen pleno conocimiento de todo lo que ocurre dentro del penal de San Pedro en La Paz.

Javier contó a ANF los 20 abusos de los que fue víctima en enero de este año. La cadena de abusos, inicia desde el ingreso al penal hasta la salida, todo bajo el conocimiento y la mirada cómplice del gobernador del penal, coronel José Luis Morales del Castillo.

El lunes 10 de enero de este año, Javier fue ingresado al penal de San Pedro casi a las 10 de mañana con mandamiento de apremio por incumplimiento de asistencia familiar. 

El suboficial de apellido Nina le confiscó el celular de alta gama, reloj y otras pertenencias en el registro. Nina le pidió 200 bolivianos para dejarle pasar el celular, pero como no tenía dinero el policía se lo quedó. 

Javier recuerda que las preguntas de Nina siempre iban dirigidas a saber cuánto dinero y cosas de valor llevaba consigo, el policía mostraba mucha expectativa por saber con todo lo que se quedaría, pues nunca le devolvieron sus pertenencias.

“Te dicen que pongas tu nombre (en tus pertenencias), que lo van a guardar, pero nunca te lo devuelven”, refiere.

Javier es ingresado a la sección Chonchocorito, considerado sector de rehabilitación en San Pedro, lo recibe el disciplina Marco Antonio Espejo Cruz, que es una especie de matón a sueldo del delegado de la sección, Henry Roncal Limachi Silva. Espejo lo primero que le exige es el pago de 3.000 bolivianos en un plazo de 24 horas o si no sería enviado al sector población del penal, conocido como de mayor peligrosidad. Le dice que llame a su familia para que le dé el dinero. Mientras tanto, va haciendo un nuevo registro de los datos de Javier en la sección, como si se tratara de una administración paralela en el penal.

Temeroso al estar en un lugar extraño y hostil intenta llamar de un teléfono público dentro de la sección, pero se da cuenta que siempre alguien se le acerca para escuchar la conversación. Otro interno que ve esta escena le sugiere hablar de un teléfono celular prestado de otro interno que le parezca de confianza.

“Yo me presté un celular de uno los internos -todos tienen celulares-, él me dijo ‘comunícate con alguien, si estás por pensiones sales más rápido, tu Acción de Libertad es mucho más fácil’”, recuerda Javier.

Así como Javier, cada día ingresan a Chonchocorito al menos 10 personas por incumplimiento de pensiones y otros delitos, que son extorsionados para que depositen dinero en favor del delegado y los policías. 

A parte le dijeron los disciplinas, si no quieres hacer nada de la limpieza de la sección, tienes que pagar 200 bolivianos mensuales y 10 bolivianos semanales para dormir en un espacio en el piso, donde habitan unas 30 personas en un lugar de 3 x 8 metros.

Javier cuenta que le asignaron a un interno de apellido Figueredo, quien era el que le orientaba qué cosas debía hacer. Le exigía cortarse el cabello, pese a que lo tenía corto, tomar una ducha, entre otras exigencias, y por todo debía pagar. Se dio cuenta que se trataba de un experto en “sacar dinero”. 

“Ellos manejan todo como les da la gana, pero eso no sería nada del otro mundo, lo feo es cuando no pagas o no puedes pagar”.

Los primeros inconvenientes de abuso e intimidación solo serían una pequeña muestra de lo que le esperaba a Javier en el propósito de sacarle los 3.000 bolivianos a como dé lugar. Los recluidos por asistencia familiar permanecen tiempos muy cortos en Chonchocorito y el propósito de los policías y el delegado es que entregue el dinero lo antes posible, como si se tratara de un secuestro al paso.

El lunes por la tarde, a eso de las 14.00, y antes de las 24 horas de plazo, el delegado y sus disciplinas lo llaman a Javier a su oficina, que queda al ingreso, por medio de perifoneo. “A qué hora vas a pagar tus 3.000 bolivianos, ya tenemos por si acaso el número de tu esposa, el número de tu mamá, si no pagas vamos a ir donde tu mamá, sabemos donde trabaja”, le dijeron, recuerda Javier. Las presiones eran más fuertes porque él desde un principio les había dicho que no iba a pagar.

Lo dicho por los internos sorprendió a Javier, cómo tenían toda esa información, quién más que las autoridades sabían de todo ello.
“Yo estaba de miedo y un poco asustado, recién empecé a tomar conciencia del lugar donde me encontraba y lo que me podría pasar”, dice.

En su estadía Javier vio cómo el lugar de rehabilitación Chonchocorito por las tardes y noches se vuelve un lugar donde corre la droga y las bebidas alcohólicas y cómo estas sustancias ingresan por la puerta mediante el delibery policial que vestido del verde olivo hace las entregas a pedido: las botellas las entrega en bolsas y la droga viene de población y de la calle. Cada movimiento económico significa un ingreso para el policía, que ha encontrado en el delito una forma de hacer dinero fácil empeñando sus insignias y valores.

“Yo les dije que no iba a pagar desde el principio porque no pensaba regalarles dinero, entonces ahí es donde me llama otra vez Henry Limachi, con el disciplina Espejo, a su oficina, y Espejo me da un puñete en el pecho, pero yo logré esquivar y no entré a la oficina porque sabía que me querían pegar, empezaron a gritarme, me insultaban y amenazaban, y Limachi dijo: ‘si no quiere pagar, baldéenlo (lanzar baldazos de agua)’”, cuenta. Ya era martes por la mañana.

El ahogamiento

Espejo y el disciplina Gregorio Casichañurco, conocido como Evo, lo agarran y lo llevan a Javier a la zona de la lavandería, y ahí le exigen con insultos y golpes que se quite toda la ropa. Los disciplinas piden ayuda de otros internos más para ejecutar su abuso.

“Me dicen ‘sácate toda la ropa’ y no puedes decirles que no, yo me desnudé y me dicen échate al piso con las manos cruzadas y boca arriba, yo le dije por qué y ahí recibo un palazo de Casichañurco, me echo temeroso y amedrentado sobre el piso, me sujetan de los pies y otros me ponen un pie sobre el cuerpo y Casichañurco se sube sobre la lavandería y me vacía sobre la cabeza bidones gigantes con agua, no podía hacer nada, solo trataba de esquivar la caída de agua para no ahogarme, el agua ingresaba por la boca y la nariz, era desesperante”.

Por la altura, los largos chorros de agua que pegaban con fuerza sobre la cara de Javier le impedía respirar. Tragaba agua por la nariz y por la boca. En el piso también lo sujetaba para que no se mueva el interno Gustavo Claudio Calizaya.

Henry Limachi no participó directamente del ahogamiento, pero lo supervisaba desde afuera de la lavandería. “Que vaya la segunda baldeada”, gritaba. Javier recibió cinco baldazos y ya no pudo más, dijo: “Voy a pagar”.

Javier refiere que siempre trataba de estar sereno y no perder el control, no quería caer en la desesperación y estar más vulnerable frente a sus agresores. Lo llevaron a la oficina y le dieron plazo hasta las 14.00 de ese martes para que haga el pago.

Limachi le dice que le dará el número de cuenta de su hermana para que haga el depósito de una vez, o sino que el dinero llegue en efectivo, “pero necesitamos hoy día el dinero”. El delegado insistía que el coronel José Luis Morales del Castillo, gobernador del penal, les estaba exigiendo el dinero.

“Y Espejo me dijo ‘por tu culpa ahora nos van a pegar, porque ese dinero tenemos que entregar a Castillo, nosotros solo nos quedamos con una parte y es para que tú mismo comas’”, recuerda.

Javier llama a su esposa y le pregunta si ya está su Acción de Libertad, pero no le cuenta lo que le está sucediendo, su esperanza era salir rápido del lugar. Ella hizo el depósito temprano de lo que Javier debía como asistencia familiar por su anterior compromiso y su Acción de Libertad ya había llegado a la gobernación del penal antes del mediodía de ese martes. 

“Ya ha debido llegar”, le contesta su esposa. Pero ningún policía le notifica. Como estaba de recogedor de basura y limpieza, por no pagar, cuando pasado el mediodía se escucha al carro basurero, Javier debe sacar la basura y aprovecha para preguntar sobre su orden de liberación.

Aún confiando en la policía, al salir de la sección, con la basura, le pregunta a un efectivo sobre su Acción de Libertad. Éste lo deriva al suboficial Nina y Nina en voz alta como para que escuchen los disciplinas y el delegado, le responde: “Qué, me quieres preguntar sobre tu Acción de Libertad”. Al darse cuenta de sus intenciones, desiste.

Ve bajar a la suboficial femenina Orellana y le ruega que le informe si llegó la orden para su liberación. Ésta le hace una seña pidiendo 50 bolivianos por la información. Recibe el dinero, sube a gobernación y en cuestión de minutos, le avisa. “Ya está acá arriba”. Con la esperanza de que sea notificado regresa a Chonchocorito.

A las 2 de la tarde nuevamente le llaman a la oficina del delegado para exigirle el dinero. “Estaba muy asustado y le dije a Limachi que voy a llamar a mi abogada para que traiga el dinero y me dan plazo hasta las 5 de la tarde”. Tenía la esperanza de salir antes.

Con el paso del tiempo y la ausencia de algún funcionario policial que lo llame para que pueda irse, la ansiedad aumentaba y el temor era mayor, pero trataba de mantenerse calmado, distrayéndose con el aseo de las áreas comunes.

Las descargas eléctricas

Antes de las 5 de la tarde, nuevamente es llamado a la oficina del delegado mediante megáfono para que entregue el dinero. Al no tenerlo, le dicen: “a este no le gusta el agua, le gusta la electricidad”.

“Me hicieron sacar la ropa, pusieron un trapo húmedo en la boca y en la parte de los tobillos, me hicieron sacar las pantuflas y me amarraron con alambres, no podía gritar por el trapo y me pasaban la electricidad mediante una batería que solo conectaban a un polo”, recuerda.

La tortura era aplicada por Henry Limachi, Antonio Espejo y Gregorio Casichañurco. Le sometieron a tres descargas, en medio de insultos y amenazas para que pague. Las dos primeras descargas aguantó, pero a la tercera estaba a punto de desmayarse. “Ahí es cuando Espejo me da un golpe en la parte del hombro, cerca de la clavícula, que hasta ahora me duele, con eso reaccioné y me botaron al piso, me dijeron vístete y a las 5 en punto queremos verte acá con el dinero”.

Mientras Javier era electrocutado, el suboficial Nina miraba desde fuera de la oficina la tortura, todo era hecho con la aquiescencia del funcionario policial que tenía la instrucción desde arriba que el cobro se realice. 

Javier muy desesperado hace una nueva llamada a su esposa y le pregunta sobre su libertad. “Me dijo ya deberían haberte soltado, entonces ahí me doy cuenta que la presión viene de más arriba por el dinero, ya que no hacen efectiva mi orden de libertad y el suboficial Nina es el que está alerta informando para que no me vaya sin pagar”. Algunos internos incluso que dieron su testimonio para esta nota, contaron que incluso los suboficiales les piden ayuda para contar el dinero que por día asciende hasta 30.000 bolivianos entre monedas y billetes.

Las secciones Chonchocorito y Posta son “administradas por la policía” y todos los ingresos por la extorsión a los internos nuevos van al poder del coronel y sus súbditos policiales.

Las sesiones de tortura seguían. A las seis de la tarde del miércoles 12 de enero, Javier recibe su última baldeada. A las seis y treinta le convoca la policía por su orden de libertad. Ya no lo puede retener más. Su abogada estaba presionando por su salida. 

Lo que parecía el último tramo a su libertad, se convierte en otro episodio de extorsiones, pero esta vez de manera directa por los policías y se lo hace saber el propio coronel José Luis Morales del Castillo.

“Me dijeron que llegó mi orden de libertad, pero otra vez empieza la sacada de plata. Tienes que pagar 10 bolivianos al interno de apellido Figueredo, cinco bolivianos por cada puerta que uno pasa, hay varias para ir hacia la salida por la puerta principal que va a la plaza. Y cuando llegas cerca de la puerta, ahí nuevamente llega lo grueso”, dice.

Un suboficial, del cual no recuerda el apellido, le dijo: “Si quieres salir tienes que pagar 500 bolivianos o si no te quedas aquí hasta mañana”. La orden del juez que debía liberarlo un día antes no era suficiente. La policía y los delegados tienen el poder de elegir tu destino.

Mientras esperaba, Javier es abordado por el coronel Morales del Castillo, gobernador del penal, según recuerda, quien le mira y tienen una breve conversación: ¿Y tú, qué ha pasado?, le pregunta. Estoy aquí por pensiones, le responde Javier. “Ah, bueno, pero ya sabes, nos tienes que dejar tu cuotita, si no, te vas a ir mañana y mañana igual te van a sacar tu cuotita”, le dice el coronel.

Javier le reclamó al gobernador del penal. “Coronel, si está mi acción de libertad, lo correcto es que me dejen salir, mi abogada ya está viniendo”. El policía dijo a sus suboficiales: “Arreglen de una vez con este, no quiero problemas”.

Los suboficiales como última opción le pidieron a Javier 300 bolivianos, no querían que salga sin dejar nada. “Es la última opción, das los 300 bolivianos o si no te vamos a volver a meter a la sección”. Uno de los policías inmediatamente le pasó un celular para que llame a su abogada y pida el dinero. 

Finalmente, Javier pagó los 300 bolivianos para terminar con la pesadilla. Dejó San Pedro cerca de las 9 de la noche del día miércoles, casi un día después de que llegó su orden de liberación.

Es la realidad que sucede en una de las cárceles más importantes de Bolivia, donde solo hace un par de meses el director nacional de Régimen Penitenciario, Juan Carlos Limpias, informaba al Comité contra la Tortura (CAT) sobre los grandes avances en tema de derecho que ha logrado su gestión. 

“A los que no tienen dinero ahí adentro los tienen de limpia basura, limpia baños, ahí había un señor humilde que debía 2.000 bolivianos, a ese señor le pegaban todos los días, tenía las canillas recontra hinchadas y no tenía a quién llamar para que le puedan dar aunque sea 100 bolivianos”, dice Javier.

Lo que más le molesta y duele, refiere, es que pese a que cumplió con pagar su deuda de pensiones no pueda salir porque adentro de la cárcel hay un poder paralelo del cual participa la policía “para que te peguen y saquen plata por uno y otro motivo”. 

“Yo nunca pensé que se llegaba a ese extremo, estamos terriblemente mal en el sistema penitenciario” en Bolivia, dice.

/ANF/

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    Tortura y extorsión en el penal de San Pedro