La Paz, 29 de marzo (ANF).- Pese a que la democracia es considerado el sistema político con mayor respaldo ciudadano frente a otras opciones de gobierno, presenta un debilitamiento en su credibilidad, según estudios de percepción nacionales e internacionales.
La satisfacción con la democracia es un indicador sobre el desempeño, se refiere al tipo de régimen y a la calificación a los gobiernos con relación a las demandas de la población.
“Más que un indicador partidista, como el de aprobación del gobierno, es uno de cómo marcha la democracia, si funciona o no para la gente el gobierno y la forma cómo ejerce el poder. Entre 2009 y 2021, este indicador ha disminuido de 50% a 26%”, da cuenta el análisis de la Fundación Jubileo en su informe 43, emitido en marzo de este año.
Señala que algunos signos del debilitamiento del sistema democrático se expresan en actitudes autoritarias, violación de derechos de las personas, pérdida de la independencia de los poderes del Estado, desinstitucionalización, excesivo poder presidencial y descrédito de los partidos políticos como instancias de intermediación.
De acuerdo con el análisis, para medir la calidad o estado de la democracia se suelen observar aspectos como la importancia de las instituciones y procedimientos; el acceso al poder por elecciones limpias (competitivas, libres, igualitarias, decisivas e inclusivas); el respeto a las libertades de expresión, asociación y acceso a la información; o el conjunto de principios y valores.
“Ya hace cinco años atrás, la Asociación Boliviana de Ciencia Política, en su último estudio sobre la ‘Calidad de la Democracia en Bolivia’, concluyó que este sistema político era de calidad media-baja”, que se encontraba en transición y que podía avanzar su consolidación o, por el contrario, ir en vías hacia la regresión, poniendo en peligro lo construido desde 1982.
Otro estudio, el Latinobarómetro, que aplica anualmente alrededor de 20.000 entrevistas en 18 países de América Latina –entre ellos Bolivia-, a cargo de una organización no gubernamental, con sede en Chile, mide indicadores como el apoyo a la democracia, la satisfacción con la democracia, la aprobación del gobierno o la confianza en las instituciones.
La gráfica muestra que entre 2005 y 2009 subió el apoyo a la democracia en Bolivia. Ese año se aprobó la nueva Constitución, con elementos como la ampliación de la participación y derechos indígena originario campesinos y el reconocimiento a sectores sociales postergados.
“Entre 2009 y 2020, el resultado tendió a la baja, no obstante, el apoyo a la democracia en Bolivia tuvo un promedio más alto en comparación con otros países de la región”, se lee.
Otro indicador relacionado al anterior es la denominada “Democracia Churchilliana”, que viene de la frase de Winston Churchill: “la democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno”. Este indicador remite a la aspiración de los pueblos de vivir en democracia, como opción frente a cualquier otro sistema de gobierno.
Para el caso de Bolivia, la gráfica de la última década muestra una puntuación por encima de 60% de preferencia por la democracia.
De acuerdo con los datos, antes de la irrupción del Movimiento Al Socialismo (MAS), la aprobación del Gobierno se encontraba en 24%, en 2003, y en 48%, en 2004. El 2005, la aprobación al inicio del primer gobierno de Evo Morales subió hasta 60%. En su segundo periodo gubernamental bajó a una nota de reprobación de 41%. Para su tercer mandato se registró una notable recuperación, con el máximo puntaje de 71%.
Posteriormente, tras la salida del gobierno de Morales, el estudio de Latinobarómetro muestra una baja, registrada en el informe 2021, con una puntuación de 21, la menor en casi dos décadas. En el contexto, Bolivia vivió una bonanza económica hasta el año 2015.
“El 2016 se realizó el referéndum sobre la reelección presidencial, cuando la mayoría rechazó la intención de Morales de quedarse en el poder. El 2019 fue el de mayor conflictividad y el 2020, durante el gobierno transitorio, devino la pandemia por el coronavirus”.
Tanto en Bolivia como en otros países de la región se han registrado situaciones de crisis en democracia. A los diversos problemas se ha sumado, desde el año 2020, la pandemia por el coronavirus que desnudó falencias y desigualdades en los sistemas de salud, agregada a la poca capacidad de los gobiernos para afrontar el nuevo contexto, ahondando los críticos indicadores económicos.
Después de la recuperación de la democracia, en 1982, se sucedieron gobiernos a través de alianzas partidarias para acceder al poder. Un giro trascendente ocurrió en las elecciones de 2005, con la irrupción del Movimiento al Socialismo.
Esa etapa derivó en la complicada elaboración de la nueva Constitución Política del Estado (2009), otro hito fue el Referéndum de 2016 –que negó la cuarta postulación presidencial a Evo Morales, decisión popular que no fue respetada-; “lo que derivó en la crisis de 2019, cuando emergieron denuncias de fraude electoral y una ley anuló los comicios, tras el informe de auditoría de la Organización de Estados Americanos”.
El gobierno transitorio fue asumido por Jeanine Añez, bajo la figura de la sucesión constitucional, con el mandato de convocar a nuevas elecciones, en medio de diversos hechos de violencia, luto y convulsión.
Después de varias postergaciones de los comicios por efecto de la pandemia, las nuevas elecciones se realizaron en octubre de 2020. El candidato del MAS, Luis Arce, resultó presidente electo de Bolivia en primera vuelta, con 55,11% de los votos y una participación electoral de 88%. Al año siguiente, en marzo de 2021, el TSE convocó a elecciones subnacionales para elegir a los gobernadores de los 9 departamentos, a alcaldes de 336 municipios y a cerca de 20.000 autoridades locales.
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