El gobierno de Arce nuevamente ha lanzado la consigna de la industrialización de Bolivia. Ahora la han asociado a una segunda independencia que llegaría en el Bicentenario de la fundación del país. Nada nuevo bajo el sol. Desde el inicio de la gestión del masismo, en el 2006, esta es una política pública que ha sido anunciada varias veces con resultados muy pobres.
La industrialización, anunciada hace 18 años, siguió dos caminos. En una primera etapa, ésta se concentra en la industrialización de los recursos naturales impulsada por el Estado. Posteriormente la industrialización también podría ser implementada por el sector privado, vía sustitución de importaciones. Esta la contribución del Arce. Ambos dos anacronismos conceptuales y prácticos.
La industrialización de los recursos naturales es uno de los mitos más arraigados en el imaginario colectivo en Bolivia y una de las consignas más repetidas por los políticos. Es también un desafío pendiente que requiere de un pensamiento que salga de lo tradicional y una acción colectiva nunca vista en Bolivia.
En el año 2014, los mandatarios Morales y García Linera llegaron a las lágrimas cuando presentaron dos lingotes producidos en la planta de Karachipampa. En la época se afirmaba que se daba un paso fundamental en la industrialización del sector minero. La famosa idea de generar valor agregado a la materia prima. Cabe recordar que esta actividad productiva corresponde a la primera revolución industrial, que Inglaterra, le hizo hace 300 años atrás.
En la propuesta anquilosada de los gobiernos del MAS, Morales y Arce Catacora, subyace la idea de que pasaremos del mineral en bruto al lingote, después al clavo, posteriormente a la calamina, y en algún momento de aquí, algunos años, al automóvil. La idea de subir por una escalera del desarrollo también está presente en el gas: urea, plásticos, etc. e inclusive en la electricidad y últimamente en la química básica. Es la idea del industrialización por etapas. Primero, la primera revolución industrial (carbón, maquinas a vapor, la forja de metales), después la segunda (electricidad, petróleo, motor de combustión, producción en masa), tercera (automatización, energía nuclear, tecnologías de información y comunicación), en algún momento del tiempo llegaremos a la cuarta (energías renovables, internet de las cosas, economía de nubes, inteligencia artificial, industrialización de los servicios).
¿Cómo andan los sectores líderes de este proceso de industrialización que en Bolivia se sitúa, como máximo, entre la primera y segunda? El caso de la minería, Karachipampa produjo dos lingotes y en el sector aurífero se produce oro metálico (lingotes artesanales). La realidad de la industria de la urea es que no tiene el insumo principal: gas natural. Asimismo, el proyecto de azúcar en San Buenaventura tampoco tiene caña. El hierro del Mutún camina con pies de plomo, y la electricidad, donde existe una sobre oferta, no cuenta con mercados. Recientemente se han anunciado 130 plantas industriales entre las más importantes están el litio, biodiesel y química básicas. Todos proyectos en andamiento sin ningún resultado concreto después de casi 20 años de gobierno. Todo este proceso controlado por empresas públicas tomadas por militantes políticos y sindicatos.
En el caso de la industrialización, por sustitución de importaciones, es otro camino que se sigue sin rumbo y hasta ahora sin ningún resultado significativo. Por el momento, lo único que ha hecho el gobierno es entregar dinero, a costos muy bajos, a ciertos sectores productivos. Este 6 de agosto, el gobierno ha mencionado que las importaciones ya habrían rebajado en un 4%, dato que tiene más de propaganda que de realidad. Y no sabemos si habrá producción nacional que sustituya 16.000 millones de dólares entre importaciones legales (13.000) y contrabando (3.000) del 2022, por ejemplo. Este tipo de industrialización es poco viable, cuando se cuenta con un mercado interno pequeño y pobre, y además, con un tipo de cambio real apreciado que impulsa las importaciones baratas y un comercio ilegal gigantesco, ambas grandes generados de millones de empleos de mala calidad. Una industrialización chuta que navega en un mar de informalidad.
Como se puede concluir, la conquista de una segunda independencia basada en la industrialización propuesta por el gobierno es otro delirio ideológico del populismo que ha perdido su principal fuente de financiamiento los excedentes generados por sector gas natural, a cargo de una empresa pública, YPFB, contrala por corporaciones y políticos.
La industrialización del nuevo milenio es una aproximación completamente diferente a lo descrito anteriormente. Primero se basa en la diversificación productiva que tiene el desafío de realizar, simultáneamente, de la primera a la cuarta revoluciones industriales de mano del sector privado con Estado emprendedor antes que productor. Segundo, la industrialización del futuro es verde y también se apoya en los servicios (turismo, cultura, historia, gastronomía, software) y entiende que los cambios productivos surgen en ecosistemas donde prevalezcan los incentivos a la creatividad, la innovación y el emprendimiento privado. La industrialización del futuro se basa no solo en los recursos naturales, sino en el factor más importante de una sociedad el capital humano, factor de producción que genera recursos inagotables: las ideas. El caso de litio es el desafío más complejo que afrontamos porque debería ser la última frontera extractivista que nos conecte a la cuarta revolución industrial, basada en la tecnología y que puede constituir en la contribución boliviana a la descarbonización del planeta. En este caso, el gobierno sigue el modelo extractivista que ya fracaso con la plata, el estaño y recientemente con el gas natural. Así que segunda independencia con la industrialización gubernamental. ¡Las Winflas!
El autor es economista
@GonzaloCHavezA