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Opinión

Retomando “La Batalla Cultural”

20 de Enero, 2024
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JOSÉ RAFAEL VILAR

Han pasado 41 días del discurso disruptivo del recién estrenado Presidente de la República Argentina en la escalinata del Congreso de la Nación y pareciera que el Terremoto Milei no exageró anunciando “la motosierra”: A dos días de gobernar (12/12), las primeras diez medidas económicas “de emergencia” demolieron buena parte de la gestión K-Massa (no menciono de Fernández pues si bien nunca gobernó “de verdad”, pasó a la inutilidad luego que le patearon a su Ministro Guzmán y le dejaron en la inopia); nueve días (21/12) después emitió el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 70/23 que en los 366 artículos de sus 83 páginas estableció más de 300 medidas para desregular a fondo la economía, y a los 17 días de gobernar (27/12) mandó al Congreso de la Nación para su trato en sesiones extraordinarias la tercera y más profunda pata de sus reformas: la Ley Ómnibus —«una ley ómnibus consiste en un paquete de iniciativas centradas en cambios estructurales votadas en conjunto […] suelen ser presentadas al comienzo de un nuevo mandato» (Wikipedia)—, “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los argentinos” que con sus 664 artículos dentro de 180 páginas modifican un amplio conjunto de leyes, decisión con tuición del Legislativo que debía tratarla en el plazo de un mes a partir del 9 de enero.

He leído y visto tantos debates —muy “doctos” algunos— sobre la pertinencia o el despropósito del conjunto de anuncios por lo que daré mi opinión. ¿Fue un error la avalancha de “la motosierra”?: Para nada; ¿Milei y su equipo estaban cerrados “que no se modificaría ni una coma”?: Tampoco. Las tres avalanchas fueron jugadas estratégicas para desconcertar a los opositores —que surgían de muchos lados y se envalentonaban—, agitar a proclives indecisos (los escasos 40 diputados y 7 senadores de La Libertad Avanza son muy insuficientes) y, además, posicionar en la sociedad argentina que el nuevo Gobierno vino a cumplir promesas —aunque se haya morigerado en algunas, postergándolas (dolarización) o silenciándolas (cierre del Banco Central)— y, sobre todo, fidelizarla al demostrarle “que iba en serio”.

Explicaré ahora mi opinión: ¿Por qué no fue un error la avalancha de “la motosierra”? Porque logró lo que considero que fue la estrategia del equipo Milei (para nada improvisado porque lo integran muchos con gran experiencia de gestión y de políticas que desplazaron al entorno libertario de las primarias y primera vuelta): Desubicó de inicio a opositores, los dividió entre “radicales” —K y afines— y “cuestionadores”—con los que se podía negociar. Y acá vamos a la segunda interrogante: ¿Milei y su equipo estaban convencidos “que no se modificaría ni una coma”? Si “negociar” había sido una palabra negada por Milei y su vocero, el eufemismo de “oír y mejorar” ha permitido avanzar el debate legislativo con el PRO, el peronismo no-K de Hacemos Coalición Federal y miembros de la UCR y —a pesar de los ruidos— avizorar que la Ley Ómnibus va a salir adelante con el dictamen legislativo esta nueva semana (con pulidos conversados sotto voce, que supongo el Gobierno contemplaba sin maximalismos), en fecha, para angustia de los K, de sus paniaguados socios sindicalistas y de la ultraizquierda; de yapa, el Gobierno logrará acercar y acercarse a la oposición moderada y a muchos gobernadores. Con estos resultados, los que afirman desde medios K y proK (angustiados porque el Gobierno para todos cerró la espita de la publicidad gubernamental) y desde trolls y boots en Redes digitales que las medidas del Gobierno son “improvisadas” quedan rotundamente desmentidos.  (Por si acaso, el DNU está vigente desde el 29 de diciembre y aunque ha tenido algunas escaramuzas en la justicia, no ha podido ser invalidado y funciona; en marzo se debate en el Congreso). 

A pesar del agravamiento de la situación económica —consecuencia continuada de las políticas anteriores y de las también previstas en las nuevas medidas tomadas—, el casi 56% de votos válidos que recibió Milei en noviembre pasado no afloja. Las encuestas dan un acercamiento más claro a la verdadera percepción sociopolítica argentina hoy: Para CB Consultora Opinión Pública la encuesta que levantó entre el 10 y el 13 de enero da una percepción positiva sobre la aprobación a la política libertaria con un 28,2% que aprobó “mucho” las medidas anunciadas y un 27,7% “un poco”, lo que dio una opinión positiva del 55,9% (un 24,3% las desaprobó “mucho” y un 12,3% “un poco”= el 42,8% de negativos); respecto del rumbo económico que lleva el Gobierno, el 36,6% cree que va en “dirección correcta” contra el 38% lo contrario. 

Otras encuestas nacionales recientes fueron: la de Poliarquía Consultores —una de las mayores demoscópicas del país— publicada el 16 de enero: el 58% de los encuestados creía que «el Gobierno sabía cómo resolver los problemas de la Argentina, pero que necesita tiempo» y un 5% consideró que «ya los está solucionando», lo que hace que el 63% de los argentinos aprobaba el rumbo del Presidente Milei (un contraste muy grande con otra de la misma Consultora de abril del año pasado que le daba sólo el 18% de aprobación al Gobierno Fernández). Por su parte, la consultora Escenarios publicó un estudio que reveló que el nuevo Gobierno en su primer mes triplicó la imagen positiva de la Administración al 39,31% desde el 11,37% del último mes (diciembre) de la Administración Fernández y redujera la negativa desde el 65,67% al 42,31%. Por último, un estudio realizado por la empresa Analogías detectó que la mayoría de la población aun apoya al Gobierno con una imagen presidencial positiva del 49,4% versus el 44,8% negativa.

Quería hablar sobre Davos pero abusé —y mucho— del espacio. Sólo diré que se lo considera el discurso más polémico e impactante en estas citas… sobre todo luego que el contorsionista Pedro Sánchez le siguiera, demagogo y marxista. 

El autor es analista y consultor político

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