En la medida en que los problemas ponen en riesgo la gobernabilidad y todo parece indicar que no hay una luz al final del túnel, deben hacerse los esfuerzos que sean necesarios para buscar un gran acuerdo nacional entre todos los actores políticos. Luis Arce prometió no solo una reconciliación nacional sino también gobernar para todos los bolivianos, y corregir los errores del pasado inmediato e imponer un nuevo estilo de hacer política. Esas declaraciones fueron cuando asumió el cargo y los ciudadanos esperaban una actitud constructiva, abierta y concertadora para resolver los grandes problemas nacionales.
Sin embargo, estamos en la recta final de su mandato y no existe ninguna señal de honrar ese compromiso, pese a que los problemas no disminuyeron sino más bien aumentaron. El fracaso de la preselección y elección de las principales autoridades judiciales, del censo de población y vivienda, la redistribución de escaños, el pacto fiscal, los sistemáticos avasallamientos de tierras, etc., son hechos que vienen a complejizar el panorama político nacional. La habilitación o inhabilitación de Evo Morales, quien se queda con la sigla azul y la candidatura presidencial para el 2025, se ha convertido en un verdadero pandemónium que ha trascendido el plano partidario.
En este contexto, nada más prudente e inteligente que buscar un gran pacto político nacional y definir una agenda concreta que marque una ruta crítica a seguir. Y como el MAS ha sido el principal promotor de la perversa confrontación y polarización en Bolivia, debe dar las coordenadas básicas no solo de que habrá un nuevo estilo de gobernar, sino que debe convocar a los mejores ciudadanos para enfrentar los grandes retos políticos.
Es cierto que Luis Arce ganó, en las elecciones generales, con más del 50 por ciento de los votos, y superó en las urnas al caudillo Evo Morales. Pero existe el otro 50 por ciento de la población boliviana que debe ser tomada en cuenta, y quiere que termine realmente la confrontación, la guerra sucia, los insultos, las denuncias, las amenazas y todas las miserias humanas que afloran a diario.
La oposición política tiene, igualmente, una mochila pesada sobre sus espaldas. La ciudadanía tiene los ojos puestos en los principales actores políticos, los senadores y diputados que han recibido el apoyo en las urnas y no sólo deben fiscalizar sino además salvaguardar los intereses nacionales por encima de sus intereses partidarios. La bancada opositora tiene que estar unida, lejos de los enfrentamientos internos inútiles que siempre benefician al adversario. La unidad política tiene que ser la condición básica para poder ejercer la fiscalización y el control del órgano ejecutivo y señalar los derroteros a seguir.
El sistema democrático funciona y avanza en la medida en que haya acuerdos básicos; la historia está llena de ejemplos de grandes pactos políticos que han permitido destrabar los entuertos que nunca faltan. El MAS tiene que reconocer y asumir que ya no es el partido hegemónico con 2/3 en el legislativo, que se daba el lujo de ningunear a los otros actores políticos. El acuerdo entre los parlamentarios evistas, Comunidad Ciudadana, y Creemos, que permitió y garantizó la elección de Andrónico Rodríguez, debe replicarse cuantas veces sea necesario y lo exijan las circunstancias políticas.
Al pueblo boliviano no le interesa la guerra sucia, ni las denuncias de grueso calibre, que cada vez suben de tono y aumentan como si estuviéramos en plena campaña electoral. Muy por el contrario, el ciudadano quiere escuchar propuestas concretas de cómo los “presidenciables”, el gobierno nacional, los departamentales y municipales, tienen previsto resolver la crisis económica, la corrupción, el contrabando, la falta de dólares, combustibles, etc.
El boliviano siempre cumple su deber cívico, y ha tenido una participación democrática ejemplar cuantas veces ha sido convocado. La responsabilidad está en manos del gobierno nacional, los dirigentes políticos (oficialista y oposición), por cuanto tienen que actuar y ponerse a las alturas de las exigencias del momento presente. Luis Arce todavía tiene un precioso tiempo para promover y convocar a las fuerzas democráticas a buscar un gran acuerdo nacional para controlar la crisis económica, política y social antes de que termine imponiéndose esta suerte de Estado fallido.
El autor es jurista y autor de varios libros