
El campo político en Bolivia ha sufrido, sobre todo en los últimos dos años, notables mutaciones. Nos referiremos acá a las ultimas reconfiguraciones. Sin embargo, antes, es necesario una breve contextualización.
En la primera fase del ciclo del Movimiento al Socialismo (MAS), del 2006 al 2009, no obstante, el histórico triunfo de Morales, el país estaba dividido. Había “dos Bolivias”. En este periodo, conocido como el empate catastrófico, estábamos muy cerca de una guerra civil. Luego, con de la aprobación del texto constitucional y el triunfo de Morales en las elecciones de diciembre del 2009, se arrincona a la oposición tradicional y tenemos, hasta el 2016, una marcada hegemonía del MAS, con más de dos tercios en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Esa tremenda concentración de poder, les permitió seleccionar, en “cuoteo con sindicatos y federaciones” (García Linera, dixit) a las máximas autoridades del poder judicial y el órgano electoral. En ese tiempo, de total supremacía, el MAS gobernó a su capricho.
La segunda fase del ciclo del MAS y de Evo Morales, tiene inicio con los resultados del 21F. Es el punto de inflexión, momento en el que se inicia la caída en picada del ex líder. Debe ser de terror, para Morales y sus correligionarios, recordar que el pueblo, en la consulta popular, le dijo ¡basta!, “Bolivia ya no te quiere”. Sus ondas expansivas, en una especie de oleadas, continúan hasta hoy.
Ahora, el incumplimiento a los resultados del 21F, volvió a polarizar al país. Lo que inicialmente se mostraba como una polarización entre “masismo” y “antimasismo”; más tarde se aclaró que, más bien, se trataba de una polarización entre “evismo” y “antievismo”. Esto se expresó claramente en las elecciones del 2019. El candidato “antievista” fue Carlos Mesa de Comunidad Ciudadana (CC), potencial ganador, por ahí, si se ingresaba a segunda vuelta, lo que precisamente trato de evitar el fraude.
La revuelta popular contra la insistencia de Morales de perpetuarse en el poder y el fraude, inicio otra fase. Su renuncia, la anulación de las elecciones del 2019 y las elecciones del 2020, provocan, a su vez, otra polarización. Ahora, recién, entre “masismo” y “antimasismo”. Los resultados de esas últimas elecciones, reflejan nítidamente aquello. Otra vez, el país divido.
Esa polarización, sin embargo, se atenúa, dos años después, con el inicio de la división del MAS. La candidatura oficial para las elecciones del 2025, por ambiciones personales, en este caso más penetrantes y agudas de Morales, acabara partiendo en dos a esa fuerza política que, como hemos visto, tuvo una supremacía -mas no hegemonía en el sentido gramsciano- por más de 14 años.
Esa disputa, que cada día se hace más visceral, reconfiguro de manera insólita la correlación de fuerzas en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Inicialmente se tenía en ambas cámaras, al oficialismo -con amplia mayoría- y a la oposición tradicional, compuesta por las bancadas de CC y CREEMOS. Ahora, producto de esa pugna visceral, a la oposición tradicional, se suma la bancada del ala radical “evista”. Dada la intrascendencia de la oposición, la facción “evista” se convertirá, a la postre, en la verdadera oposición.
Como la ambición de Morales es volver, de cualquier forma y a cualquier costo, al poder, pretende agudizar la crisis económica. Con su bancada esta conspirando, desde la Asamblea y también en las calles, un posible acortamiento de mandato y, en un nuevo escenario, habilitarse nuevamente como candidato. Si los potenciales problemas de la gasolina y la ausencia de dólares, no son gestionados adecuadamente, ese escenario no está lejos. Es la “nueva derecha” conspirando y boicoteando desde la Asamblea (Arce Catacora, dixit).
Por increíble que parezca, la oposición tradicional, confluye con esos propósitos. La fuerza política (CC) del candidato “antievista” del 2019, ahora se convierte en aliado de su principal enemigo. También CREEMOS, de Luis Fernando Camacho, artífice principal de la renuncia de Morales el 2019, desde el parlamento, se alinea con esos fines.
No se explica como CC y CREEMOS confluyen ahora con los intereses de su otrora archienemigo. Cuando más bien, siguiendo el espíritu del 21F, deberían, junto al oficialismo, acabar de sepultar a Morales. Luego, en otra etapa, intentar derrotar al MAS.
De manera muy insólita, así se ha reconfigurado el campo político en Bolivia. La división del MAS, termino eventualmente con la última polarización. Más adelante, ante la ausencia de una verdadera oposición, quizá, la polarización sea entre los “arcistas y los “evistas” de la nueva derecha.
El autor es profesor de la Carrera de Ciencia Política de la UMSS