Bolivia en este octubre cumple 40 años de democracia. País caracterizado aun por la inestabilidad política y una tremenda falta de institucionalidad en sus entes que conforman la estructura del Estado. Edad madura en la cual ya debería estar solidificada nuestra todavía inmadura democracia.
La institucionalidad democrática de manera general se puede afirmar que se refiere al conjunto de instituciones políticas que organizan al Estado y a la sociedad, además de las reglas y normas que definen a un determinado orden social. La principal función de las instituciones democráticas sería poner frenos al poder que se ejerce desde el Estado para garantizar la libertad de los ciudadanos.
La tarde del domingo 10 de octubre de 1982, el país retornaba a la democracia, fecha en que la “bota militar” saldría definitivamente de Palacio de Gobierno entre silbidos e insultos para permitir que Hernán Siles Suazo asuma la presidencia del país de la manera más democrática. La democracia nacía en un ambiente de fiesta y con la esperanza de cambiar de verdad la vida de las/los bolivianas/os.
Nuestra democracia nació débil porque la Unidad Democrática y Popular (UDP) no estaba del todo articulada y bien cimentada. Era solo un proyecto de alianza denominado “entronque histórico”. Estuvo compuesta de forma mayoritaria por el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI) el partido de Hernán Siles Suazo y el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) de Jaime Paz Zamora. La primera era una facción más progresista que se identificaba con la Revolución Nacional de 1952 y la segunda representaba a la primera generación de miristas que se formó bajo la mística de resistir al banzerato.
Apenas duró diez meses de gobierno. Su gobernabilidad fue cada vez más tirante entre las fuerzas políticas y las otras fuerzas de izquierda (comunistas, ex guerrilleros y algunos líderes sindicales) que también eran parte del bloque. Poco tiempo después de la posesión, la crisis política e inflacionaria provocaría que las concentraciones multitudinarias ya no apoyen al binomio Siles-Paz Zamora, si no pedían su salida de Palacio de Gobierno.
Como un breve repaso a estos 40 años de democracia, podemos evocar varios momentos diferentes: desde los previos golpes de Estado y la sentencia contra García Meza, la Marcha por la Vida y la “guerra del estaño”, los octubres negros, la “guerra del agua”, la marcha indígena de 1990, los cabildos autonomistas o apellidos como Lechín, Flores, Barrios de Chungara, Picachuri, Vildoso, Banzer, Sánchez de Lozada, Palenque o Mesa; la hiperinflación y la nacionalización de los hidrocarburos; la imagen de Siles Suazo anunciando su huelga de hambre, Evo Morales promulgando la actual Constitución Política del Estado o Víctor Paz afirmando: “Bolivia se nos muere”.
En los últimos 20 años nuestra democracia se llegó a deformar y prostituir de tal forma que la demagogia y dictadura, están plenamente instituidas. A la demagogia se la define como la usurpación del gobierno por el populacho; es decir por los sectores más impuros que asumen una actitud de prepotencia estimulados por quienes ejercen las funciones del gobierno o son órganos de éste. La demagogia, en consecuencia, no significa el gobierno del pueblo, porque los sectores más calificados de éste han sido puestos al margen de su participación en el Estado por el populacho.
En tanto que la dictadura, es una forma de gobierno en la cual una persona o un grupo de personas elegidas normalmente por el pueblo, se apoderan ilegalmente de todos los poderes del gobierno. La dictadura es siempre una corrupción de la democracia porque los gobernantes – especialmente los del Poder Ejecutivo – elegidos legalmente por el pueblo, se apoderan de las funciones y los poderes que constitucionalmente corresponden a otros órganos, para actuar sin obstáculos en servicio de sus intereses personales y de grupo.
Los principios ético-morales democráticos escritos en nuestra Constitución Política del Estado (CPE), como el no seas flojo, no seas mentiroso, no seas ladrón, el vivir bien, tener vida armoniosa, vida buena, tierra sin mal y camino o vida noble; al parecer en estos últimos tiempos se ha institucionalizado de manera contraria. Dando a entender que estaríamos viviendo en el reino del revés.
De igual manera los valores democráticos sustentados en la actual CPE, como unidad, igualdad, inclusión, dignidad, libertad, solidaridad, respeto, armonía, transparencia, igualdad de oportunidades, bienestar común, responsabilidad, justicia social entre otros; no cuadran con nuestro diario vivir. Todo es un saludo a la bandera.
Se supone que con la recuperación de la democracia hace 40 años era para mejorar la vida de las/los bolivianas/os y no para empeorar. Cuál fue mejor: ¿la dictadura militar o la dictadura del Socialismo del Siglo XXI, disfrazada de democracia aparente?
Juan Carlos Ferreyra Peñarrieta
COMUNICADOR SOCIALBolivia en este octubre cumple 40 años de democracia. País caracterizado aun por la inestabilidad política y una tremenda falta de institucionalidad en sus entes que conforman la estructura del Estado. Edad madura en la cual ya debería estar solidificada nuestra todavía inmadura democracia.
La institucionalidad democrática de manera general se puede afirmar que se refiere al conjunto de instituciones políticas que organizan al Estado y a la sociedad, además de las reglas y normas que definen a un determinado orden social. La principal función de las instituciones democráticas sería poner frenos al poder que se ejerce desde el Estado para garantizar la libertad de los ciudadanos.
La tarde del domingo 10 de octubre de 1982, el país retornaba a la democracia, fecha en que la “bota militar” saldría definitivamente de Palacio de Gobierno entre silbidos e insultos para permitir que Hernán Siles Suazo asuma la presidencia del país de la manera más democrática. La democracia nacía en un ambiente de fiesta y con la esperanza de cambiar de verdad la vida de las/los bolivianas/os.
Nuestra democracia nació débil porque la Unidad Democrática y Popular (UDP) no estaba del todo articulada y bien cimentada. Era solo un proyecto de alianza denominado “entronque histórico”. Estuvo compuesta de forma mayoritaria por el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI) el partido de Hernán Siles Suazo y el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) de Jaime Paz Zamora. La primera era una facción más progresista que se identificaba con la Revolución Nacional de 1952 y la segunda representaba a la primera generación de miristas que se formó bajo la mística de resistir al banzerato.
Apenas duró diez meses de gobierno. Su gobernabilidad fue cada vez más tirante entre las fuerzas políticas y las otras fuerzas de izquierda (comunistas, ex guerrilleros y algunos líderes sindicales) que también eran parte del bloque. Poco tiempo después de la posesión, la crisis política e inflacionaria provocaría que las concentraciones multitudinarias ya no apoyen al binomio Siles-Paz Zamora, si no pedían su salida de Palacio de Gobierno.
Como un breve repaso a estos 40 años de democracia, podemos evocar varios momentos diferentes: desde los previos golpes de Estado y la sentencia contra García Meza, la Marcha por la Vida y la “guerra del estaño”, los octubres negros, la “guerra del agua”, la marcha indígena de 1990, los cabildos autonomistas o apellidos como Lechín, Flores, Barrios de Chungara, Picachuri, Vildoso, Banzer, Sánchez de Lozada, Palenque o Mesa; la hiperinflación y la nacionalización de los hidrocarburos; la imagen de Siles Suazo anunciando su huelga de hambre, Evo Morales promulgando la actual Constitución Política del Estado o Víctor Paz afirmando: “Bolivia se nos muere”.
En los últimos 20 años nuestra democracia se llegó a deformar y prostituir de tal forma que la demagogia y dictadura, están plenamente instituidas. A la demagogia se la define como la usurpación del gobierno por el populacho; es decir por los sectores más impuros que asumen una actitud de prepotencia estimulados por quienes ejercen las funciones del gobierno o son órganos de éste. La demagogia, en consecuencia, no significa el gobierno del pueblo, porque los sectores más calificados de éste han sido puestos al margen de su participación en el Estado por el populacho.
En tanto que la dictadura, es una forma de gobierno en la cual una persona o un grupo de personas elegidas normalmente por el pueblo, se apoderan ilegalmente de todos los poderes del gobierno. La dictadura es siempre una corrupción de la democracia porque los gobernantes – especialmente los del Poder Ejecutivo – elegidos legalmente por el pueblo, se apoderan de las funciones y los poderes que constitucionalmente corresponden a otros órganos, para actuar sin obstáculos en servicio de sus intereses personales y de grupo.
Los principios ético-morales democráticos escritos en nuestra Constitución Política del Estado (CPE), como el no seas flojo, no seas mentiroso, no seas ladrón, el vivir bien, tener vida armoniosa, vida buena, tierra sin mal y camino o vida noble; al parecer en estos últimos tiempos se ha institucionalizado de manera contraria. Dando a entender que estaríamos viviendo en el reino del revés.
De igual manera los valores democráticos sustentados en la actual CPE, como unidad, igualdad, inclusión, dignidad, libertad, solidaridad, respeto, armonía, transparencia, igualdad de oportunidades, bienestar común, responsabilidad, justicia social entre otros; no cuadran con nuestro diario vivir. Todo es un saludo a la bandera.
Se supone que con la recuperación de la democracia hace 40 años era para mejorar la vida de las/los bolivianas/os y no para empeorar. Cuál fue mejor: ¿la dictadura militar o la dictadura del Socialismo del Siglo XXI, disfrazada de democracia aparente?
Juan Carlos Ferreyra Peñarrieta es comunicador social