La Paz, 15 de mayo (ANF).- Los huérfanos como resultado de la violencia feminicida también sufren el desamparo del Estado que no les garantiza mínimamente terapia sicológica especializada con seguimiento continuo para poder sobrellevar el trauma vivido, sobre todo a aquellos menores de edad que fueron testigos del asesinato de sus madres a manos de sus progenitores.
La presidenta del Colegio departamental de psicólogos de La Paz y especialista en psicología forense, Verónica Alfaro, señaló que estos menores de edad requieren de un seguimiento terapéutico por años para poder sobrellevar “las afectaciones tan devastadoras” que sufrieron. Alertó sobre serios trastornos psicológicos y comportamientos “muy desagradables” dentro de unos años de no brindarse las terapias a estas también víctimas del feminicidio.
“Dependiendo de la edad, dependiendo de los recursos psicológicos que tengan, dependiendo también de toda la violencia que han vivido durante años, el cúmulo de cosas es realmente devastador para los niños y muchos pierden la razón, por así decirlo”, señaló Alfaro a ANF.
Dijo que los niños empiezan por conductas de aislamiento, otros se vuelven bastante agresivos, hay sed de venganza por lo sucedido y algunos caen en un estado muy desvinculado de la realidad.
De acuerdo al Observatorio para la Exigibilidad de los Derechos de las Mujeres, la mayoría de los huérfanos son menores de edad. Eulogia Tapia, activista e integrante del Observatorio, dijo que en 2019 hubo 125 niños que quedaron en la orfandad y en 2020 fueron 78. En los últimos seis años, de acuerdo al Observatorio, más de 600 adolescentes y niños quedaron huérfanos por los feminicidios.
Señaló, en una anterior declaración a ANF, que los huérfanos del feminicidio son víctimas invisibles que quedan sin protección, traumados y en el olvido porque el Gobierno carece de políticas públicas para garantizar la estabilidad y el cuidado de los menores de edad.
La activista agregó que los huérfanos no reciben terapia para superar el trauma de ver morir a sus madres, pese a que la Ley 548 Código Niña, Niño y Adolescente “señala que los niños deben recibir apoyo, pero no se cumple, no hay seguimiento”.
“Muchos de estos niños cuando están ya en la edad de preadolescencia y adolescencia, muchas veces tienen que estar internados psiquiátricamente, entonces las afectaciones son devastadoras”, remarcó Alfaro.
Alfaro resaltó que mientras menor sea la edad de las personas que experimentan esta situación violenta, mayores son los trastornos que van a tener, así como mayores las dificultades para su normal desarrollo.
Dijo que el apoyo psicológico que se otorga a los infantes es mediante las defensorías que están totalmente saturadas, por lo que no podrían abarcar este tipo de casos tan complicados, a no ser que el seguimiento lo realicen unidades exclusivas por la dedicación que se requiere.
“En estos niños si hay que hacer seguimiento en unidades educativas, en la reintegración a las familias extendidas, es todo un trabajo, todo un proceso terapéutico, no es fácil, es larga la adaptación y readaptación, y sobre todo el tratar de lidiar de alguna manera con este trauma totalmente desagradable que les va a perdurar durante toda la vida”, apuntó.
Pero si no hay seguimiento y todo un trabajo terapéutico con programas específicos, “realmente vamos a tener en unos años, cuando ellos ya estén en la adolescencia y en la adultez, situaciones comportamentales muy desagradables”.
Dijo que van a ser sujetos o totalmente pasivos, que se dejan vulnerar todos sus derechos, o totalmente agresivos y violentos, y van a tratar de repetir lo vivido, de alguna manera.
Agregó que en unos años “vamos a ver de alguna manera algunos incrementos en las unidades de psiquiatría, con adolescentes y adultos con mucha afectación, con intentos de suicidio, por ese vacío emocional que nunca va a poder ser cubierto”.
La investigadora y directora de la Carrera de Trabajo Social de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Marcela Molina Avilés, explicó que los niños que quedan en la orfandad por el asesinato de sus madres, de acuerdo a la Ley 348, deben pasar a la tutela de la familia materna, que por lo general resulta siendo la abuela, y en caso de no haber esa línea de parentesco, los menores de edad son derivados a orfanatos.
“Es una responsabilidad que asumen los abuelos, que ya han pasado por la edad y la etapa y la responsabilidad de cuidar a sus hijos, y ahora vuelven a la tarea de cuidado a los nietos”, dijo a ANF.
Indicó que estas personas -los abuelos- son generalmente mayores de edad, de escasos recursos y en muchas veces no saben leer ni escribir -con muchas carencias- y “las niñas y niños que han quedado bajo su tutela, sufren porque no hay quién les oriente, quién los mire, quién les brinde realmente la protección que se requiere para su desarrollo integral”.
Alfaro agregó que muchas veces en estas familias extendidas o en los centros estatales no se hace un buen trabajo psicológico y esto empeora la situación de los menores de edad, porque no siempre los reciben con los brazos abiertos.
Explicó que muchas veces son familias numerosas donde falta inclusive el alimento y todas las cosas básicas, entonces “esa situación hace sentir al menor de edad como una carga, como una sensación de que tiene que salir lo más antes posible de ese hogar”.
Refirió que el niño sufrirá complicaciones desde lo cognitivo, lo afectivo y lo conductual. En lo cognitivo dijo que a estos niños les falta afecto y con el trauma que han atravesado, demasiado sangriento, “obviamente no van a poder supera fácilmente este estrés postraumático, y menos porque no van a tener una red de apoyo, entonces esto sí se va agravar con el tiempo y estos niños van a tener dificultades cognitivas de memoria, razonamiento, abstracción, una serie de dificultades, inclusive algunos niños tendrán mutismo o algún tartamudeo”.
En la parte conductual refirió que muchas veces se vuelven agresivos o totalmente pasivos, hasta catatónicos, o sea que “no pueden moverse y están en una especie de irrealidad donde no hay posibilidad ni siquiera de movimiento”.
Lamentó que el feminicidio se esté naturalizando en el país y sea registrada cada muerte como una cifra más, sin tomar en cuenta que la gran afectación está quedando en los niños, en los hijos de los feminicidios, constituyéndose como seres “totalmente desvalidos”.
“A la larga estos niños del feminicidio, por todo lo que atraviesan, si no tienen un constante seguimiento psicológico, y no digo de un mes y luego nos olvidamos hasta que tengan 15 años, no, esto tiene que ser mes tras mes y durante toda su vida, más o menos hasta que sean adultos, ver cómo están reaccionando, cómo se están relacionando, cómo está aprendiendo, todo eso nos interesa, para evitar consecuencias desagradables”, apuntó.
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