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Opinión

Nulo para nada

14 de Diciembre, 2024
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Tenemos un Tribunal Supremo Electoral (TSE) débil y contaminado, no se ha revisado el padrón cuestionado desde hace años, no habrá delegados de mesa, no habrá TREP, no se votará en algunos departamentos, no habrá control social, no habrá fotos de actas al final del día y no habrá posibilidad de apelar… Las elecciones judiciales del domingo 15 de diciembre están viciadas de ilegitimidad. Ya sabemos eso: son bastante remotas las probabilidades de que pasen a través de esos filtros tramposos y viciados unos cuantos profesionales honestos que figuran en las listas, y sean elegidos para reemplazar a los bribones del Tribunal Constitucional Plurinacional, del Consejo de la Magistratura, del Tribunal Agroambiental o del Tribunal Supremo de Justicia. 

Sin embargo, esta vez voy a emitir un voto válido porque siento que la demostración masiva de rechazo de 2017 no nos sirvió absolutamente para nada, no tuvo ninguna consecuencia más allá de su nivel simbólico, y estuvimos seis años lloriqueando y lamentándonos porque no se nos tomó en cuenta. En aquella oportunidad la suma de votos nulos y blancos casi duplicó a los votos válidos. Todos nos sentimos muy orgullosos por haber “derrotado” a quienes amañaron las elecciones desde la preselección de candidatos por la mayoría parlamentaria masista, pero no pasó absolutamente nada y hemos vivido día a día las consecuencias de ello, con tiempo de prórroga y todo lo que ello significa como manipulación desde el arbitraje del poder. 

Vamos a refrescar la memoria de los lectores para que esta vez su decisión frente a la papeleta sea cuidadosa. En 2017, para el Tribunal Constitucional el porcentaje de votos válidos estuvo en un promedio de 35% a 37% según los departamentos, mientras que los votos nulos promediaron entre 45% y 50% y los votos blancos entre 14% y 17%, sumando entre nulos y blancos más del 65%. Para el Consejo de la Magistratura los votos válidos a nivel nacional alcanzaron el 32,64%, mientras que los nulos 51,31% y los blancos 16,05% (67,36 entre nulos y blancos). Para el Tribunal Supremo de Justicia los porcentajes de votos válidos, nulos y en blanco fueron similares. Por ejemplo, en La Paz: 35,81%, 48,81% y 15,38% respectivamente (64,19 entre nulos y blancos).  Finalmente, para el Tribunal Agroambiental, el 35,02% fueron votos válidos a nivel nacional, el 51,34% votos nulos y el 13,64% votos en blanco (total del rechazo ciudadano: 64,98%). 

No cabe duda de que el repudio de la población fue muy amplio, y nos pusimos a festejar como si hubiéramos ganado un partido de fútbol por walk-over, es decir, sin patear la pelota. Igual nomás tuvimos que tragarnos durante otros seis años una justicia corrupta y mañuda. 

Vamos a ciegas a estas elecciones, pero no es la primera vez ni será la última. De nada sirve que el TSE haya difundido perfiles y declaraciones de quienes compiten por un puñado de puestos: la gente no mira ese material, pero luego se queja de la falta de información. Así somos por naturaleza.

En las fotos todos los candidatos y candidatas se ven simpáticos, sonrientes, seductores. Ninguno tiene cara de bribón y ninguna tiene cara de corrupta. En las breves presentaciones de campaña difundidas por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), dicen cosas que suenan bien: todos prometen luchar por una mejor justicia y contra la corrupción. Digan lo que digan, no los conocemos, salvo a aquellos que dan vergüenza y que quieren perpetuarse en el aparato de in-justicia. De esos no nos vamos a olvidar. Por suerte, en las plataformas virtuales ha trascendido el trabajo de indagación de algunos abogados y de una diputada en particular, que ha permitido que conozcamos de qué color se pintan mayoritariamente las papeletas: azul oscuro. El azul se ha convertido en símbolo del oportunismo y de la corrupción. Eso nos ha enseñado la experiencia dolo(ro)sa que hemos sentido en carne propia, unos más que otros.  

¿Otra vez convertir el voto nulo en un “plebiscito” para poner en manifiesto nuestro repudio? ¿Para qué? Ya tuve la experiencia de 2017, cuando anulé mi voto con cuatro letras grandotas que marqué sobre la papeleta, de la cual conservo una foto como testimonio de mi compromiso. 

Al no ser vinculante, el voto nulo no sirvió para nada, ni siquiera para crear mayor conciencia sobre la necesidad de cambiar el sistema de justicia en Bolivia, como demostraré más adelante. Por supuesto que sabemos que todo el sistema está en descomposición debido al autoritarismo y a la anulación de la independencia de poderes, pero también es culpa de la desmovilización y apatía ciudadanas. El descontento se canaliza hacia demostraciones cada vez más dispersas y menos numerosas. Esa es la realidad. 

Una cruel prueba de ello es que los más de tres millones de personas que votaron nulo o blanco en las Elecciones Judiciales de 2017, no se tomaron la molestia (en los primeros meses de 2023, entre el 25 de enero y el 24 de abril), de acudir a las mesas para firmar los libros certificados exigiendo una reforma integral de la justicia. Muchos de los que ahora vuelven a proponer el voto nulo, no firmaron por una reforma judicial y son responsables de que no hayamos conseguido el millón y medio de firmas que necesitábamos. 

Por supuesto que esta elección del domingo no va a cambiar el sistema de justicia corrupto y oportunista que impera, pero votar nulo tampoco lo hará. En todo esto hay mucha hipocresía y cálculo político. Veo jugadas personales de quienes no quieren elecciones en absoluto, ni judiciales ni generales, apostando por la debacle o el continuismo para ver si hay un resquicio que se pueda aprovechar políticamente. 

En cuanto a mí, que suelo pensar por mí mismo, daré mi voto por quienes me parecen profesionales con trayectoria honesta y reputación de integridad ética y moral, y ese voto expresará claramente mi rechazo en contra de quienes pretenden seguir aferrados a un sistema manchado de azul que hace agua por todas partes. 

Si no estamos dispuestos a creer que para cada tribunal puede haber siquiera un candidato o candidata íntegros, entonces lo mismo sucederá en las elecciones generales, ninguno valdrá la pena según esos criterios. En ese caso, mejor nos vamos, apagamos la luz, cerramos la puerta y que se pudra todo de una vez. 

El autor es escritor y cineasta 

@AlfonsoGumucio