Heimat es una bella palabra alemana que nos ilumina sobre un sentimiento: la pertenencia. Tiene muchas variantes pero me quedo con dos: Heimatland, que significa “patria” y Heimatregion que nos dice de la “tierra natal”; y aún me quedo con una tercera definición que me regaló hace largas décadas un antiguo profesor: «el lugar donde uno se siente uno».
¡Qué hermosa esa definición! Es donde el individuo es capaz de experimentar la seguridad y la fiabilidad de su existencia, así como un lugar de una confianza más profunda. Es «el hogar como lo contrario de la extranjería y la alienación, como ámbito de apropiación, de penetración activa, de fiabilidad» (Bausinger) y también es —en sociología— «una de las condiciones para la constitución de la identidad de grupo» (Simmel). Sin pecar de pedante, en alemán antes "die Heimat" —un nombre femenino— era el opuesto de "das Elend" —neutro, como si todo fuera indiferente—, la “miseria”, que procede del alemán antiguo "Ali-Lenti": "el otro país" o "el extranjero": así los antiguos germanos entendieron que Heimat equivalía a “felicidad”.
Mi amigo Braulio lo hizo cuando multiplicó su pertenencia e identidad. Orureño y cruceño —boliviano—, burgalés —español— y un poco de montevidiano —uruguayo—, entendió que la Misión que asumía tenía mucho que ver con identidad y, aun más, con transmitir el Amor y la Felicidad.
En 1968 vino a Sudamérica. ¡Y vaya que sí hizo las Américas! No con riquezas materiales: su oro —que repartió a manos llenas— fue de solidaridad, de afecto de muchísimos, de bondad. Trabajó llamado en su Misión desde muy pronto en una de las regiones más pobres de Sudamérica, en Oruro, recorriendo los explotados —y tantas veces reprimidos— centros mineros del Altiplano boliviano, conociendo la miseria —y las injusticias— de una región que había sido tan rica en minería y en las luchas por la libertad.
En Oruro, tuvo un guía envidiable: Julio Terrazas Sandóval, entonces Obispo de la Diócesis. Con él, en 1987 fue ordenado Obispo Auxiliar de la Diócesis y lo acompañó hasta 1991 cuando Terrazas pasa a dirigir la Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra.
Lo conocí a inicios de 2023, cuando lo visité porque entonces editaba un libro maravilloso con fotografías de mis amigos Tony Suárez y Jaime Cisneros: Entre ángeles y diablos sobre el Carnaval de Oruro —dos años antes declarado por la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad—, y yo estaba buscando autores —historiadores, folcloristas, musicólogos— que, en vísperas de la gran Fiesta Anual, escribieran opúsculos para que los neófitos entendiéramos mejor (me incluyo) la majestuosidad, historia y profunda religiosidad de esta fiesta en honor de la Virgen minera, la Virgen del Socavón. Braulio me recibió con su eterna sonrisa y, con su sempiterno humor, me invitó «a trabajarlo a dos manos», lo que se tradujo en que él escribió y yo sólo edité “El Carnaval de Oruro y la Virgen del Socavón”, hermoso artículo sobre la religiosidad del pueblo de la Villa de Sebastián Pagador.
Años después me lo encontré de nuevo en Santa Cruz de la Sierra, a donde había yo vuelto y con su derroche de bonhomía nos fundimos en un abrazo, el que repetiríamos cada vez que tenía el placer de encontrarle. Su antiguo mentor y amigo en Oruro, ahora ya Julio Cardenal Terrazas y Arzobispo del territorio, se lo llevó de las montañas a los llanos para que siguiera haciendo lo que tan bien sabía hacer mi amigo Braulio: transmitir bondad y el Mensaje de Jesucristo.
Tras más de cincuenta años en Hispanoamérica cumpliendo la Misión que el Señor y la Virgen le encomendaron, mi amigo Braulio, carmelita descalzo que —como fiel discípulo de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz— vino a Nuestra América para transmitirnos Su Mensaje, regresó a España.
Querido amigo Monseñor Braulio Sáez García, Obispo Auxiliar Emérito de Santa Cruz de la Sierra, siempre estará en el corazón de tantos amigos que labraste en Oruro y en Santa Cruz y en Bolivia toda, porque tú —indiano ubérrimo en Amor y en Fe— has sabido hacernos parte de tus Patrias: tus Heimats de ambos lados del Océano y la Patria Celestial que compartimos.
Hasta algún día nuevamente, amigo Braulio.
El autor es analista y consultor político