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Opinión

Fenómeno cielo azul

23 de Noviembre, 2024
ALFONSO GUMUCIO DAGRON
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Un interesante fenómeno se está produciendo en el universo virtual por el que inevitablemente transitamos en esta era. Algunos dependen en mayor medida de las plataformas mal llamadas “redes” (quizás porque atrapan), y otros tratamos de usarlas con mesura, para informarnos o compartir alguna opinión. Mantenerse completamente al margen es imposible, más aún ahora que (al menos en Bolivia) han desaparecido casi todas las publicaciones impresas y sólo quedan los canales y canaletas de televisión, a cual peor. 

Quienes escribimos en publicaciones de tinta y de papel (he publicado en casi todos los diarios que ha habido en Bolivia en el último medio siglo), hemos pasado a ser “digitales”, una condición poco agradable pero inevitable: escribimos ahora para portales accesibles a través de internet y no tenemos idea de cuántas personas nos leen y si acaso sirve de algo que sigamos escribiendo y publicando nuestra opinión como impalpables series de ceros y unos… 

No quiero desviarme del tema sino concentrarme en las plataformas que usamos para sentirnos parte de un todo social que ni siquiera lo es. Para bien o para mal, usamos esas plataformas con la esperanza de lanzar ideas como quien lanza al océano una botella con un mensaje pulcramente escrito y envasado al vacío. 

Las plataformas virtuales más conocidas (los territorios más “poblados”) son Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, TikTok, LinkedIn, Pinterest, Reddit, Snapchat, Flicker, Badoo, Discord y por lo menos un centenar más, algunas con mayor influencia en unos países que en otros. Las 5 primeras tienen más usuarios que la población total de China o India: Facebook (3.065 millones), YouTube (2.504 millones), Instagram (2.000 millones), WhatsApp (2.000 millones), TikTok (1.582 millones) dominan el mercado mundial de la información (o de la deformación cognitiva). Desde el momento en que escribí las líneas anteriores, esas cifras de usuarios ya han crecido. 

El nuevo nombre de Twitter es X desde que fue adquirido por la suma astronómica de 44 mil millones de dólares por Elon Musk, el excéntrico empresario más rico del mundo, cuya fortuna crece en aproximadamente 500 US$ dólares cada segundo que pasa (30.000 US$ por minuto). La naturaleza de X se tornó altamente parcializada políticamente desde que Elon Musk brindó su apoyo público a Donald Trump. Paradójicamente, Trump había sido exiliado de Twitter por su actividad difamadora y mentirosa, pero una de las primeras medidas que tomó Musk luego de la compra fue restituir la cuenta de Trump y destituir a 6 mil empleados de la empresa (más del 50%). No fue el único cambio: Musk empezó a cobrar por servicios de la plataforma que antes eran gratuitos, introdujo publicidad y mensajes no deseados ni solicitados (sobre su empresa de cohetes espaciales, por ejemplo) y le dio un giro político que acabó cansando a muchos usuarios. Un estudio de la universidad australiana de Queensland sugiere que Musk favoreció las cuentas pro Trump en X meses antes de las elecciones en EEUU. La cuenta de Musk consiguió un lugar privilegiado en los timelines de los usuarios, posicionando el contenido gracias al cambio del algoritmo. Las visualizaciones de sus tuits aumentaron un 138,27%.

Han pasado más de dos años desde que Elon Musk compró Twitter (octubre 2022), pero los efectos del desencanto se han sentido más desde que Trump ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Muchos atribuyen esa victoria a la manipulación informativa y a los filtros y algoritmos de X, y han decidido manifestar su desacuerdo cancelando su existencia en la plataforma virtual de Musk y trasladándose a otras. 

La principal beneficiaria de la migración de usuarios ha sido Bluesky (Cielo azul), empresa pública descentralizada creada el año 2019 por Jack Dorsey (el mismo creador de Twitter), pero se abrió al público como red social recién en febrero de 2024. A pesar de sus tres años de existencia, no es sino en las primeras semanas de noviembre 2024 que Bluesky eclosionó gracias a millones de “migrantes” que decidieron abandonar el oscurantismo manipulador de X para trasladarse a este otro “país” virtual donde supuestamente brilla el sol bajo un cielo azul y en lugar del símbolo de un pajarito celeste, aparece una mariposa del mismo color. 

Lo asombroso es la velocidad con que se está produciendo esa migración, algo que se refleja en los contenidos de los mensajes que aparecen en Bluesky. He vivido en días pasados ese fenómeno precisamente porque soy uno de esos migrantes que parecen llegar con una pequeña valija luego de un largo y cansador viaje. 

Los mensajes de “migrantes” que publica la red son interesantes, abundan aquellos que hacen referencia a su nueva “nacionalidad”, algo que no he visto antes en ninguna otra plataforma virtual. Se trata de mensajes de esperanza, como los que pudiera expresar un migrante que desembarca lleno de incertidumbre, pero también de confianza en el futuro. Por el momento los mensajes son de sorpresa, como de quien se adhiere a un nuevo partido político sin corruptos y mentirosos, por eso quizás esta plataforma está creciendo sobre todo en Estados Unidos y en segundo lugar en España. 

Para ver la velocidad con que se unen nuevos miembros a Bluesky, se puede consultar un contador en tiempo real https://bcounter.nat.vg/ A fines de septiembre de 2024 Bluesky tenía 9 millones de usuarios, un mes más tarde contaba con 13 millones y llegó a 20 millones el 19 de noviembre a las 10:05 de la mañana (hora de Bolivia). Al momento de escribir estas líneas, el 22 de noviembre, tiene ya 22 millones de usuarios. La estadística señala que Bluesky recibe casi medio millón de nuevos “ciudadanos” cada 24 horas. En América del sur solamente Brasil, Colombia, Argentina tienen un número considerable de usuarios. De Bolivia parece que somos cuatro gatos tempraneros. 

Como en todo espacio nuevo que se abre en internet, hay mensaje de todo tipo: desde revelaciones políticas hasta narcisistas que se sacan selfies con el torso desnudo frente al espejo (no tienen mamá que los fotografíe). Eso se irá decantando poco a poco y a medida que uno mismo decida bloquear lo que no le interesa. 

Los primeros mensajes de los que recién aterrizan son quizás demasiado entusiastas: “Vi luz y entré.”, !”, “Siento como que me mudé de barrio! Conociendo a mis nuevos vecinos...”, “Buscando a la gente que seguíamos en el Twitter premuskfascista para poder seguirla también aquí”, “Acabé de buscar perfiles de la extrema derecha y no están. ¡Una maravilla esta red social “Qué belleza volver a un espacio digital donde la gente no es abiertamente fascista”, “¿No os parece que Bluesky es como vivir una segunda juventud?”, “Los políticos nos dicen que hay que quedarse en X porque hay que estar donde está la gente. Que se queden, cierren y tiren la llave”, “Miro a mi alrededor en Bluesky y encuentro a las mismas personas que empezaban en Twitter hace casi dos décadas. Cansadas, renqueantes, tristes, ansiosas, desesperadas, rotas. En definitiva: mejores”, “A lo mejor no hemos venido al cielo azul a luchar, sino a reencontrarnos, a hablar como personas sensatas”, “Cada vez somos más aquí en el cielo azul. Todavía muy lejos de donde venimos, pero ya son números importantes”, “Necesitamos con mucha urgencia que mentir vuelva a dar vergüenza”. 

Más allá de la sorpresa, hay razones concretas: “Ideología aparte, creo que lo que se ha cargado a X del todo ha sido su algoritmo: no sirve, simplemente. Si no pagas, no te ve nadie. Seas de izquierdas o de derechas, un algoritmo así te machaca: sólo te crea ansiedad y, finalmente, desidia y desapego por una red inútil que pierde todo interés”, “Defender una esfera pública más sana, más propicia a la reflexión política, al intercambio y la crítica real, es una necesidad y una tarea colectiva. Ojalá desde aquí podamos contribuir a ello”, o “Quizás estaría bien que los medios que entren aquí tengan claro que hay que decir la verdad. Sin sensacionalismos, tergiversaciones, medias verdades, o bulos. Que si no lo hacen les bloquearemos aquí todos y todas. Por muy de nuestro lado que se muestren. Que esto sea el fin de la desinformación”.

Otros son más cautelosos: “Veremos cómo nos va por aquí”, “Gente, con amor os lo digo ¿Si venís aquí a subir pantallazos de fachas de Twitter, pa qué mierda nos estamos escapando de Twitter?”, “Amigos, quise escaparme de X por la arrogancia de fanáticos trumpistas y libertarios y me refugié en Bluesky sin saber que me iba a encontrar con una tropa de fanáticos kirchneristas, pedrosanchistas y ramas afines. Estoy perdido, sin encontrar una playa de personas racionales”, escribió mi amigo y colega Francesco Zaratti. 

La escritora Maruja Torres, defensora aguerrida de Palestina y de otras causas justas: “Perdidos 3.000 en Lo Otro. Aquí me seguís 17.000”, el político Pablo Echenique: “No solamente doy la batalla por aquí. También piloto el monoplaza en otros cielos (cuando me da la vida).” Medios tan importantes como The Guardian o La Vanguardia han decidido dejar de publicar en X. Instituciones como la Universidad de Barcelona han optado por lo mismo, porque "fomenta el odio y la desinformación”. Probablemente nada de eso le importa a Elon Musk, quien no se caracteriza por ser una persona con ética. 

Muchos hemos abierto una ventana en Bluesky sin saber exactamente cuales son sus beneficios, pero si creemos en lo que nos dicen agencias autorizadas como la BBC, una de las ventajas de la nueva plataforma abierta es la posibilidad de bloquear a quienes propaguen discursos de odio y noticias falsas. Yo entro con cautela, dejando en Twitter casi diez mil seguidores. Tampoco es para mí una cuestión de vida o muerte, como lo es para otros. Apenas un experimento. 

Nadie puede saber si este globo se pinchará cuando alcance la altura de un pino. Probablemente quienes auguran la muerte de Twitter (X) estén precipitándose bastante. Lo cierto es que como señala CNN y otros medios globales, la migración de ciudadanos en el espacio virtual tiene características que no habíamos visto antes: normalmente las redes crecen poco a poco, y no lo hacen “por oposición a”, como en este caso. También es curioso el predominio del idioma castellano: los medios de información españoles o las versiones en castellano de otros medios, han abierto inmediatamente sus cuentas y comienzan a difundir noticias. 

Mientras tanto algunos se preguntan cómo se van a llamar las publicaciones de esta nueva plataforma. En Twitter eran “tuits” (grafía aceptada por la Real Academia). Sugiero que en Bluesky se llamen aleteos (flutter, en inglés). 

El autor es escritor y cineasta 

@AlfonsoGumucio