Anuario 2022
Este 2022, la pandemia del Covid sigue siendo un tema que forma parte del Anuario de ANF, Bolivia ha cerrado con el ataque de una sexta ola, aunque los porcentajes de casos no se asemejan al 2020 o 2021
La Paz, 2 de enero de 2023 (ANF).- Ya pasaron más de dos años desde que en territorio nacional se reportaron los dos primeros casos de coronavirus. Desde ese día nada fue igual, el miedo a una enfermedad de una de las pandemias más extremas invadió los hogares causando muerte y nefastas consecuencias en el sistema sanitario que provocó un acelerado deterioro en la economía.
Este 2022, la pandemia del Covid sigue siendo un tema que forma parte del Anuario de ANF, Bolivia ha cerrado con el ataque de una sexta ola, aunque los porcentajes de casos no se asemejan al 2020 o 2021 es una enfermedad que ha sembrado preocupación. Se ha flexibilizado las medidas de bioseguridad y la vacunación dio algo de alivio.
El 21 de marzo, el gobierno transitorio decidió implementar una cuarentena, que fue el primer golpe para el sector de restaurantes, bares en La Paz y toda actividad productiva en todo el país. En ese tiempo se acentuaron las desigualdades, aumentó la pobreza, empresas y emprendimientos cerraron y se incrementó el desempleo.
La situación se agravó cuando el gobierno de Jeanine Añez decretó la cuarentena rígida, que generó estragos en la economía de la ciudad, empujando a muchos pequeños negocios a cambiar de rubro, adaptarse o evolucionar para mantenerse en pie
Las secuelas continúan en el presente, atenuada con la esperanza de la vacunación que avanza con lentitud, de acuerdo al Colegio Médico de Bolivia. Pero la crisis sanitaria también mostró fortalezas y una gran capacidad de resiliencia de las personas que supieron adaptarse a la nueva realidad.
“Reinventarse para sobrevivir”
Zulema Quispe de 42 años, vendía silpanchos en la ciudad de El Alto. Desde que comenzó la cuarentena sus ventas comenzaron a bajar, pese a que madrugaba para ofrecer sus platillos y solo alguno de sus caseros acudía hasta su puesto. Cada día que transcurría el dinero escaseaba en su hogar, si bien antes de la pandemia tenía una ganancia diaria de 200 bolivianos, después del encapsulamiento solo generaba 50 bolivianos, dinero que no era suficiente para alimentar a sus cinco hijos.
Desesperada comenzó a vender gelatinas, pero apenas lograba recaudar 10 bolivianos, probó suerte con la comercialización de verduras, pero la falta de un capital hizo que desistiera a los tres días. Una de sus hermanas desde Brasil, le sugirió que elabore y venda barbijos. Por la gran demanda del insumo en ese entonces, Zulema se animó y para comprar la tela galleta y las ligas vendió su televisor y una garrafa.
Al principio relata que los insumos eran elaborados manualmente, pero después de tres meses y con el apoyo de su familiar que vivía en el extranjero, se compró una máquina de coser a 1.400 bolivianos y comenzó a confeccionar trajes de bioseguridad y barbijos en telas y así poco a poco comenzó a levantarse.
“Donde hay problemas hay oportunidades”, señala la mujer que ahora dirige una microempresa textil.
“El covid, una prueba de fuego”
Celfy Álvarez es una paciente con cáncer cervicouterino. Relata que la pandemia, sobre todo en sus inicios fue una “prueba de fuego” para ella y su familia. Antes de la crisis sanitaria trabajaba como estilista en un salón de belleza en la urbe alteña, pero por las restricciones tuvo que cerrar. La preocupación por sus seis hijos comenzó afectarla emocional y físicamente. El padre de sus hijos la abandonó el 2019 cuando se enteró que Celfy padecía cáncer.
Por la cuarentena y la falta de dinero decidió mudarse a la casa de una de sus hijas mayores para hacer una olla en común y ahorrar en gastos.
“Mis seis hijos, yo y mi yerno vivíamos en una sola casa, hemos tenido que hacer una olla común porque no había plata, a mi yerno y a mi hija los despidieron, no había trabajo. Ha sido muy feo, una pesadilla”, afirma.
Ante la situación angustiante que vivían, tuvo que reinventarse y decidió vender jugos de fruta ambulando en las calles. Ella está consciente que por su enfermedad no puede hacer muchos esfuerzos, pero la necesidad la obligó a caminar largas distancias y ofrecer sus productos para generar recursos. En ese trance se contagió de Covid-19 que se complicó por el cáncer.
“He dado positivo, y eso me ha afectado mucho. Había días que no podía respirar bien, ya estaba esperando la muerte. Justo por esos días, era cuarentena rígida y como vivo en El Alto tenía que caminar porque no había vehículo y por ahí me debí contagiar. El Covid ha sido lo peor que he pasado, mis hijos han tenido que aprender a inyectarme, a cuidarme”, señala.
Después de un mes y medio, se recuperó y siguió con su actividad, pero esta vez una de sus amigas le cedió de forma gratuita un pequeño espacio en la zona de Miraflores donde instaló su puesto de jugos. Ahí trabaja junto a sus dos hijos menores con quienes todas las mañanas ofrece batidos para fortalecer el sistema inmunológico y de variedad de frutas.
Cuando no tiene mucha venta también ofrece sus servicios como estilista a domicilio. “Gracias a Dios he podido prestarme un espacio y vender jugos con mis hijos. A veces está vacío, pero siempre salimos a ofrecer y vender gelatinas ambulando cuando no hay en la tienda. Otras veces me llaman para que les arregle el cabello, las pestañas y las cejas y así estamos surgiendo”, cuenta.
Vanesa, una emprendedora sin límites
Vanesa Rojas tiene 37 años y es mamá de cinco niños, su último bebé de apenas dos años. Es oriunda de Cochabamba. Desde la cuarentena rígida sus ingresos comenzaron a bajar porque su trabajo como vendedora informal de frutas se paralizó y su esposo que había sufrido un accidente de tránsito no podía trabajar para sostener su hogar ni para pagar los alimentos para su familia.
Pasaron los días y la desesperación de ver a sus hijos con hambre hizo que Vanesa comenzará a ver tutoriales por internet para hacer manualidades en goma eva e incursionar en la pastelería. Así fue como comenzó a transformar su angustia en una luz de esperanza.
“Hice de todo, no teníamos plata, mi esposo se había accidentado y sufría de pérdida de memoria y todo se hizo más complicado y por la cuarentena no podía salir a trabajar. Al ver a mis hijos sufrir, se me quebraba el corazón y con dolores en mi cuerpo igual iba a vender mis frutas, pero no había gente en las calles. Poco a poco pensé decidí hacer manualidades en goma eva, comencé a ofrecer y me estaba yendo mejor”, agrega.
Vanesa no solo se quedó con las manualidades de goma eva, sino que aprendió a coser barbijos a mano y como en ese tiempo de la pandemia el producto era muy requerido, las ventas eran un éxito. Relata que de a poco comenzaron a levantar sus sueños de una vida mejor.
Todos los días se levantaba a las 04:00 de la madrugada para hornear galletas y queques, otro de los oficios que aprendió por internet, para seguir ayudando a su familia. A más de dos años de la pandemia, Vanesa exhorta a no rendirse jamás y seguir luchando para sobrevivir ante las adversidades.
Vanesa cuenta que dos veces dio positivo para Covid-19, cree que se contagio mientras ambulaba por las calles. Las dos veces salió victoriosa, pero hace un año, recibió una mala noticia. Su esposo fue diagnosticado con una enfermedad renal avanzada.
“Mis wawas no tienen la culpa de nada, yo quiero estar con ellos, quiero cuidarlos. Mi bebé me necesita todavía y tengo ganas de luchar, sé trabajar de lo que sea y lo voy a seguir haciendo por ellos”, dice.
Así como Celfy, Zulema y Vanesa muchos bolivianos se han visto obligados a salir de la zona de confort, asumir riesgos y vencer sus miedos para sobrevivir a la pandemia.
/MLA/ANF/
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