Juan Edwin de Dios acompaña a su mamá, una paciente con cáncer. Foto: ANF
Abandonados y hasta sin comer, así se quedan los niños mientras sus mamás buscan una cura para su enfermedad. Otros terminan con una familia ampliada, al morir sus progenitoras.
La Paz, 2 de
junio (ANF).-
Filomena Condori, de 36 años, al enterarse de tener cáncer de mama sufrió
muchísimo. Su pareja y padre de sus cuatro hijos en lugar de apoyarla la trató
con indiferencia y hasta le negó colaboración para que continúe con el tratamiento.
“Por
mis hijos, ¡lucho!”, expresa con la voz quebrada mientras se arregla el poco
cabello que le va creciendo. Relata que después de realizar tres sesiones de
quimioterapia perdió sus dos frondosas y negras trenzas que le llegaban hasta
la cintura.
Cuando
gozaba de buena salud era vendedora ambulante de verduras. Eso le permitía llevar
el sustento a su casa, pero la enfermedad le arrebató las fuerzas y ahora debe
vivir de la caridad de su familia.
Su
tratamiento fue interrumpido por las fallas en los equipos y el caso de
corrupción en la unidad de Radioterapia del Hospital de Clínicas. Lo que más le
aflige son los dolores que aumentaron en los últimos meses. Piensa que puede
morir en cualquier momento y dejar a sus hijos en la orfandad.
“Tengo
cuatro hijos, el más chiquitito tiene cinco años y tengo que alistarle para que
vaya al kínder. De paso vengo aquí (al hospital) y todo está cerrado y mi dolor
aumenta, ya no puedo más”, dice compungida y más al recordar que su pareja le
dio la espalda.
“Si
quieres morirte, morí de una vez, me dice mi esposo. Hasta dice que le puedo
contagiar mi cáncer. Me riñe porque a veces no puedo cocinar ni lavar ropa. Me
puedo morir, pero me dan pena mis wawas y me siento mal, porque así enferma no
puedo ni trabajar, ya no tengo plata ni para el tratamiento. Que nos ayude el
Gobierno”, clama.
Filomena
llora al recordar que sus retoños le piden que ya no vaya al hospital porque
piensan que la pueden “matar” en vez de sanar.
Otra
paciente con cáncer de 42 años, que prefirió guardar su nombre en reserva,
señala que tiene cuatro hijos, y el menor de 11 años es por quien se preocupa
más. Sus otros hijos son mayores y tienen una familia conformada y ella teme
que no puedan asumir el cuidado del
menor.
También
descarta dejarlo a una familia ampliada porque dice que lo pueden “maltratar” o
hacer algo peor. Refiere que tampoco puede contar con su expareja, ya que él
niega ser el padre del menor.
“Pido a Dios que
sane a mi mamá”
Graciela
de 40 años, otra paciente con cáncer de cuello uterino, cuenta que tiene dos
hijos y un esposo de 67 años que, por su edad, no puede conseguir un trabajo. Ella,
por su enfermedad, dejó de vender.
Al
igual que otras enfermas oncológicas, lo que más teme Graciela es por el futuro
de sus pequeños, sobre todo del menor que tiene nueve años, que fue quien más
la apoyó en su dura batalla, ya que junto a sus profesoras y compañeros de
colegio organizó una colecta para costear los pasajes y parte del tratamiento para
su mamá.
“La
mamá es más importante ¿no ve?, la mamá siempre está con sus hijos, y si no hay
mamá, los hijos se salen a la calle, están abandonados, eso me da mucha pena,
es una tristeza. Pero mi hijito es el que más me está ayudando con su colegio”,
asevera.
“A
veces digo fácil, ‘me puedo morir’, pero ni eso hay caso, dónde van a quedar
las wawas. Eso me da pena, porque ni siquiera tenemos para tomar desayuno o
comer porque tengo que pagar mis radioterapias”, indica la mujer.
Su
pequeño hijo, Juan Edwin de Dios, fue quien la acompañó por primera vez al
Hospital de Clínicas. “Que se sane, que le bendiga todos los días Dios, que se
cure”, dice.
Pide
ayuda al Gobierno para su mamá y su tratamiento. “Que ayuden a mi mamá, me
siento triste, bien triste porque está cerrado (la unidad de Radioterapia)”,
puntualiza, mientras la abraza.
La
mayoría de las pacientes que acuden a diario a la unidad de Radioterapia del
Hospital de Clínicas tienen la esperanza de hallar la cura para su enfermedad y
retornar a la “vida normal”, pero por falta de recursos económicos, fallas en
los equipos o hasta diagnósticos errados, muchas no logran cumplir con el
objetivo y se resignan a su destino.
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