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Opinión

Semana Santa

27 de Marzo, 2024
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PEDRO GARECA PERALES

Según las sagradas escrituras bíblicas los primeros en conmemorar la Semana Santa fueron los judíos seguidores de Cristo y por la conversión de los romanos al cristianismo en el siglo IV, la plática católica se fue extendiendo a otros pueblos y culturas de la civilización.

Basado en el registro evangélico fue en el Concilio de Nicea en el año 325 donde se estableció la celebración de la Pascua para el mundo católico occidental.

Se estima que más de 1.375.852 millones de católicos en el mundo celebran con pasión y fe la Semana Santa y su mayor esplendor se expresa cada año en la Plaza de San Pedro.

En el Domingo de Ramos el Papa Francisco celebró la Misa en la Plaza de San Pedro ante 60.000 fieles que se dieron cita de distintos países del mundo. Ese mar de gente sin importar cultura u origen se comunicaron con el idioma universal de la fe en Dios que cada vez se hace más frecuente e intenso para encontrar la paz.

Es verdad que el Papa Francisco no leyó la Homilía, pero se repartió su contenido a la prensa, la causa de esta variante se debió presumiblemente a las molestias físicas y persistentes problemas respiratorios que padece el Sumo Pontífice a sus 87 años.

Dos aspectos fueron destacables en la ceremonia: La bendición desde el altar de las ramas de olivo que portaban los fieles y el llamado por la paz que hizo el Papa Francisco. La preocupación de su llamado por la oración del mundo convulso se tradujo así: “Oro por las familias de los muertos en lo que llamó un ataque “inhumano” en una sala de conciertos en los suburbios de Moscú. También pidió oraciones por “la Ucrania mártir” al encontrarse muchos ucranianos sin electricidad como resultado de intensos ataques a la infraestructura, que no solo traen muerte y sufrimiento, sino también el riesgo de una catástrofe humanitaria de dimensiones aún mayores. Enfatizó, que las oraciones sean para el pueblo de Gaza” y allí donde haya guerra.

En estos países en que se libran conflictos armados y en otros donde se reducen los derechos democráticos, se expulsan a los ciudadanos y se tolera el narcotráfico, hay necesidad de aunar a todas las partes hasta encontrar la forma de negociación más apropiada para respetar las vidas humanas por un lado, y la salud de los ciudadanos por otra, aunque con relación al último fenómeno criminal habrá que quitar la toga a los jueces inhumanos que poco o nada hacen por los procesos de paz y la impunidad.

Encontramos al mundo cada vez más inflamable con líderes soberbios que piensan que son el compendio de la verdad, pero de una verdad falsa poco duradera; distinta a la Semana Santa que permanece por siglos como memoria perenne en el corazón de los cristianos del mundo.

En este contexto, el calendario de Semana Santa resulta reflexivo y transformador para las familias católicas del mundo, cuando los fieles participan con amor y fe del Domingo de Ramos; se suman al ritual tradicional del lavado de los pies el Jueves Santo; se unen al proceso del Vía Crucis que Conmemora la Crucifixión de Cristo; la Vigilia de Pascua y del Domingo de Pascua cuando los fieles conmemoran la Resurrección de Cristo.

Qué maravilloso es empezar la Semana Santa y vivirla en lo cotidiano con regularidad y marcado optimismo de amor y paz. En los actos rituales la misericordia de Dios es más efusiva y la comunidad se apresta a poder experimentar su voluntad, su misión de profeta, el hijo de Dios que entra en nuestras vidas para cumplir su proyecto.

¿Cuál es la voluntad del Padre? Que todos los hombres se salven, porque nosotros andamos extraviados, rebelados contra el plan de Dios con mentiras y engaños; pero, aún así, nosotros tenemos derecho a ese acceso seguro y podemos anclar nuestro ser a la Pasión de Cristo, así como cuentan los libros litúrgicos.

Si de verdad queremos formar parte del proyecto de Dios, tenemos que sentir su llamado que se hizo uno con nosotros, esto significa que no hay amor sin renunciar así mismo, no hay amor sin perdonar al otro. Por eso, en la profundidad de nuestro ser recibamos a Jesús porque admirablemente hemos sido creado para servir con amor.

Jesús ha aceptado la Cruz para redimir nuestra vida y siguiendo su ejemplo no solo moral, aceptemos su autoridad universal, al ser la realización que transforma nuestras vidas y seamos partícipes de la resurrección.

En Semana Santa dejemos que Jesús ingrese en nuestra vida familiar y podamos aprender de su enseñanza un Dios humilde, manso y de corazón divino, la donación silenciosa debe ser la cualidad del cristiano.

Tenemos que encantarnos con la obra de Dios, porque hoy la Iglesia nos muestra su amor de Jesús, que es más que la misma muerte.

Entonces, celebremos con alegría el triunfo de Cristo, pues ha llegado la hora para que con su muerte destruya nuestras culpas, odios, resentimientos, exilios, detenciones y crímenes, y reine en nuestros corazones con profundo sentido humanitario.

Un personaje histórico como es Miguel Aguso dice: “Una fe que no hace cultura, es una fe no acogida”.

Y, una personalidad sin parangón por hacer del amor su lenguaje universal, que es lo que escucha y eso interesa a la gente, el Santo Padre Juan Pablo II dijo: “En Pascua de Resurrección Jesús, crucificado y resucitado, ¡quédate con nosotros! Amigo fiel y apoyo seguro” (27-03-2005). 

En su Homilía de aquella época adicionó: “Enseñemos palabras de paz y gestos de hermandad, que permanezcan en los siglos como memorial perenne en el corazón y espíritu de los cristianos del mundo”.

Por último, y siempre desde una perspectiva histórica sin parangón en Bolivia y América Latina, me adhiero con beneplácito en la celebración de los 400 años de Fundación de la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, luz de saber y ciencia en cuyas aulas se formaron varios próceres de la independencia de Bolivia y otros países, modelo de institucionalidad educativa superior que me acogió formando y educando con sólidos valores morales y éticos. Por ello, vaya mis felicitaciones más efusivas a sus autoridades y comunidad universitaria y el augurio de transformación cualitativa formando profesionales con una perspectiva global en todas áreas del conocimiento, apegado al soporte tecnológico digital, lo que les hará más ágiles y eficientes, capaz de resolver los asuntos a distancia y en tiempo real.

El autor es abogado constitucionalista y defensor de DDHH

 

 

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