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Mundo

Argentina, transición presidencial en dos tiempos

Esta crónica está escrita desde las tribunas, desde donde se mira y se manda, se alienta, se sufre, se levanta y se baja el dedo.
10 de Diciembre, 2015
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Argentinos despiden a Cristina Fernández de la presidencia. Foto: www.entornointeligente.com.
Argentinos despiden a Cristina Fernández de la presidencia. Foto: www.entornointeligente.com.
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Abdel Padilla, especial para ANF

Buenos Aires, 10 de diciembre (ANF).- Esta crónica está escrita desde las tribunas, desde donde se mira y se manda, se alienta, se sufre, se levanta y se baja el dedo.

Está escrita en dos tiempos desde Plaza de Mayo, escenario neutral e histórico argentino, en medio de la hinchada que, como suele suceder, está dividida, y esta vez viene a corear un resultado cantado y consumado. Nada de empates: una se va y otro se queda, para ella la despedida y para él, la bienvenida. Así es el fútbol y así es la política.

Y es que el fútbol es tan influyente en la Argentina que la política parece un partido: con gente ciñendo la polera, con banderas, bombos, choripanes, cánticos y hasta goles. Desde luego que hay goles, no son otra cosa los votos puestos en un tablero electoral: el que tiene más votos, gana, tan simple como eso.

La única salvedad es que la definición está en manos de la hinchada, millones de jugadores que apuestan a ganador o ganadora. El que gana se lleva todo: la copa, la casa, la banda, el bastón, los flashes, los medios… Todo en paquete y, si se puede, como es el caso, en combo (presidencia, gobernación y alcaldía). Desde luego, hay excepciones, una que otra cuenta oficial de twitter, por ejemplo, que no sale de la maleta del que parte.

Primer tiempo: la despedida (miércoles 9)

Parece futbolísticamente incorrecto pero el primer tiempo es para los perdedores. Seis de la tarde, plaza llena de bote a bote, como en los viejos tiempos peronistas y los nuevos tiempos kirchneristas; un globo aerostático con cable a tierra, atril, micrófono, parlantes omnipresentes y gente colgada sobre monumentos o de pie sobre los techos de las paradas del Subte, y, desde luego, cánticos y más cánticos.

“…saben que Cristina no se va, con el pueblo en la calle va a estar, no se va, la jefa no se va…”, “voy a seguir la bandera de Evita de la cuna hasta la tumba”, “aunque hayan gorilas, aunque hayan buitres, este cambio es irreversible…” No es difícil imaginar el ritmo, es pura hinchada futbolera, las que cambian son las letras.

Y la ceremonia de despedida comienza, ella vestida de blanco. Inicia con el acto para descubrir el monumento de Néstor, esposo y expresidente; un momento de charla con su colega Evo Morales, como recordando viejos tiempos y extrañando a Hugo Chávez; y el discurso de dos horas ante la multitud, que no dejará de alentar, cantar y saltar.

Ni ella ni los espectadores de tv lo saben, pero ahí en medio de la masa es más candente de lo que parece: cuerpos literalmente pegados, camisas mojadas, piernas entumecidas, manos que no cesan de aplaudir o hacer la “V” de la victoria… risas y lágrimas.

Ahí parados, clavados, sin capacidad de movilidad posible salvo cuando todos saltan a la par, habemos de todo un poco: oficinistas, obreros, niños, jóvenes, adultos, ancianos y uno que otro choro. Merecen una mención especial los pibes de La Cámpora, el grupo de aguante de la Presidenta.

Soportamos de pie, pacientes, las tres partes del discurso: la introducción sicológica, resumida en la justificación del porqué no entregará a Macri, su sucesor, los atributos presidenciales y su asombro por la designación judicial de un presidente cautelar (“En mi vida pensé que iba a ver un presidente cautelar durante 12 horas en mi país”); la evaluación de 12 años de gestión; y las palabras de despedida, emotivamente cargadas, de tristeza, por un lado, y de advertencia de retorno, por el otro.

A tres horas de dejar la Presidencia, un chistesito no está demás: “Mejor me voy porque si no me convierto en calabaza”.

Para acabar las palabras finales, la despedida: “Gracias por tanta alegría, gracias por tanto amor, los quiero, los llevo en mi corazón, y sepan que siempre voy a estar junto a ustedes. Gracias a todos”. Firma: Cristina.

De fondo, la canción insigne de Los Redondos, Juguetes Perdidos, que es la canción de la despedida pero que también suena como el soundtrack del retorno: “No ser revolucionario sólo mientras dura el espectáculo; este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene; cuando la noche es más oscura, se viene el día en tu corazón; sin ese diablo que mea en todas partes, y en ningún lado hace espuma”.

Segundo tiempo: la bienvenida (jueves 10)

Un día después, el mismo escenario, mediodía y dos grados centígrados más, 29 la máxima ¡Qué calor¡

La misma cantidad de gente pero menos apretujada, mejor distribuida y canalizada la multitud por la plaza y su desemboque natural: la gran avenida de Mayo –que une la Casa Rosada y la 9 de Julio–, y que amaneció cercada y flanqueada para abrir paso al flamante Presidente y a su comitiva.

Por ahí, alrededor de la una de la tarde, llegó triunfante Macri en un Volkswagen blanco, que si bien no era descapotable, fungió de tal para que él y su esposa saluden. 

Típico ingreso rockstar al que no le faltó nada, ni siquiera los caballos, todo un show para quienes no estamos familiarizados. Se trataba de los Granaderos, la tradicional guardia presidencial, como los Colorados en Bolivia, sólo que azules y a caballo.

A diferencia del día anterior, se notó que los cánticos de acompañamiento eran menos trabajados y más espontáneos, de una onda más clásica: “si este no es el pueblo, el pueblo dónde está”, “el pueblo unido jamás será vencido”. Hay que darle tiempo a la joven barra oficialista, que no tienen el roce de La Cámpora.

Antes Macri había jurado en la Asamblea Legislativa, seguido de un escueto discurso de 27 minutos, que comenzó con un “hoy se cumple un sueño”, repitió el trípode de su campaña –unidad, cero pobreza y cero narcotráfico–, hizo hincapié en que será “implacable” con la corrupción y terminó con un “¡vamos Argentina!”, aunque mal entonado.

Antes de llegar a Casa Rosada rompió el protocolo, se bajó del auto, saludó y fue cuando el monstruo despertó y el coro se hizo uno: “sí se puede, sí se puede”, que mutó enseguida a “sí se pudo, sí se pudo”.

En la Casa presidencial recibió la banda y el bastón presidencial de manos del presidente Provisional del Senado, Federico Pinedo, atributos presidenciales que debieron ser entregados por Cristina, que a esa hora estaba por el aeropuerto tomando un vuelo comercial, en clase turista, a su natal Santa Cruz.

“Y ya lo ve, y ya lo ve; para Cristina que lo mira por TV”, sonaron como respuesta los cánticos en Plaza de Mayo.

Y Macri salió al palco. También escueto discurso pero más emotivo. Baste con mencionar que dijo: “Los quiero, a cada uno de ustedes…”, “ustedes que se merecen vivir mejor”. Y, para variar, bailó, en realidad ensayó una variante con el “No me arrepiento de este amor”, de Gilda. Más bien tenía la banda presidencial puesta.

El resto es protocolo, papel picado que cae al final del partido. Luego los hinchas se van y dejan al escenario otra vez vacío. Eso es ahora Plaza de Mayo, la histórica Plaza de Mayo, que volvió a ser escenario de un partido jugado en dos tiempos y en dos días.

Qué extraño ver jugar a dos equipos el mismo partido y en la misma cancha, sin poder verse frente a frente. Cosas del fútbol. 

/ANF/

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