UNA OPORTUNIDAD PARA CARLOS

Texto: Luis Fernando Cantoral
Fotografías y audios: Marcelo Pérez del Carpio

Carlos tiene 39 años, es ciego desde hace 12 y diabético. Dejó su ciudad y a su familia en Maracaibo, Venezuela, en diciembre de 2018, luego de que una crisis pusiera en vilo su vida por falta de insulina de la que depende desde los seis años. Pasó una semana en cuidados intensivos y otra en sala de internación.

Su seguro de salud como coordinador de informática de Fundacite Zulia, dependencia del Ministerio para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, se comprimió con la hiperinflación. Dictó clases de informática, reparó computadoras, diseñó páginas web y hasta comercializó huevos, pero no lograba cubrir la insulina, pagar los exámenes médicos y garantizar la alimentación. O compraba medicinas o comía. Su esposa con artrosis de cadera en fase tres no le podía ayudar y él se encarga de ella y de sus dos hijos.

Sin medicamentos ni insulina para controlar su enfermedad, recolectó un poco de dinero de amigos para cubrir el viaje y se embarcó junto a un grupo de compañeros de trabajo el 19 de diciembre de 2018 rumbo a Bolivia. Uno de ellos tenía un contacto en el país.

“Inicialmente yo no quería salir de Venezuela, era uno de los que decía que iba a quedarme a apagar la luz. Es decir: que sería el último en salir”, cuenta.

Un bus con problemas tardó 24 horas en llevarlos de Zulia a Caracas. En Puerto La Cruz compró el pasaje hasta Boa Vista, frontera con Brasil. Luego, tomaron un autobús hasta Manaos, donde por estar cerrada la carretera optaron por un barco para navegar hasta Porto Velo. Era la mañana del 25 de diciembre.

“La experiencia en el barco fue deprimente”, recuerda. Había más de 80 personas y solo hamacas y colchonetas en el piso para descansar.

En el segundo día de viaje se enfermó con fiebre y vómitos, el capitán dijo que si no mejoraba debía bajar en el próximo puerto. Unas pasajeras cubanas le socorrieron con medicamentos. Mejoró. La travesía duró seis días.

Llegaron a Porto Velo el 31 de diciembre a las 11 de la mañana. Fueron hasta la frontera con Bolivia el mismo día, pero estaba cerrada. Tuvieron que esperar hasta el 2 de enero para ingresar. Llegó a la ciudad de Santa Cruz el 3 de enero.

Hoy dice que fue una buena decisión salir de Venezuela. Algunos compañeros de discapacidad que se quedaron perdieron la vida por complicaciones. Otros con deficiencia renal, también. No hay cómo hacer la diálisis.

“Considero que si me hubiera quedado en Venezuela de pronto hubiese fallecido, hubiese tenido alguna complicación”, dice.

Su discapacidad visual es total y adquirida. Perdió la vista hace 12 años producto de una retinopatía diabética. Por su enfermedad padece un deterioro físico muy alto y las necesidades de salud son amplias, y las condiciones de vida de Venezuela, sin alimentación adecuada, sin tranquilidad y estabilidad social no le daban garantías para su salud que siempre sumaba más problemas.

“La vida en Venezuela es un videojuego, cada vez que ganas un nivel, el siguiente nivel presenta mayor dificultad”, refiere.

En Bolivia contactó al Instituto Boliviano de la Ceguera en Santa Cruz, para que le oriente a conseguir un trabajo. Trabajar y ahorrar para cubrir sus necesidades y traer a su familia o mejorar su calidad de vida en Venezuela era su prioridad. No lo pudo conseguir. A los tres meses de estadía expiró su permiso de permanencia y entró en mora. Quedó indocumentado.

Empezó a dar clases particulares, de forma virtual por la pandemia, ofreció servicio técnico para computadoras, como asesor de tesis para estudiantes en educación e ingeniería y elaboración de comida venezolana a pedido: panes, arepas, tequeños, platillos. Con esos ingresos trata de cubrir sus necesidades y enviar dinero a su familia.

“Yo a pesar de ser una persona con discapacidad tengo autonomía y funcionamiento”, afirma. Vive solo en la habitación arrendada. Cocina, plancha, lava, hace todas sus cosas solo.

En plena pandemia tuvo una complicación por falta de insulina. Extranjero, sin documentos vigentes y sin dinero no tenía acceso al servicio público de salud. Recurrió a la Pastoral de Movilidad Humana que le facilitó atención general en un hospital local. Solo le extendieron la receta. Tuvo que juntar moneda a moneda para las medicinas.

“Siempre que tuve necesidades de salud acudía a la Pastoral o al Grupo Solidario Venezuela, pedía apoyo a ellos con alguna medicina, pero nunca tuve un acceso a la salud en el servicio público, antes de tener la adscripción al Sistema Único de Salud (SUS)”, señala.

Con mucha expectativa recibió este año su cédula de identidad de extranjería con visa por tres años, “pero ahí quedó, para lo único que me ha servido es para tener una cuenta bancaria y que me registrara recientemente en el SUS, nada más”.

No consigue trabajo por ser extranjero y ciego. Se presenta como técnico superior universitario en electrónica industrial, siendo como es ingeniero de sistemas, debido a que no trajo sus papeles. Concursó en varias empresas privadas y públicas por un puesto de trabajo con personas no videntes y superó las pruebas técnicas con facilidad, pero no le dan el empleo.

“En el sector nivel privado no me dan el empleo por tener una discapacidad y en el gubernamental no me dan por ser extranjero, eso es discriminación, porque no creen en las capacidades de las personas con discapacidad”.

Carlos se hizo profesional antes de quedar ciego, sus conocimientos aprendidos son de antes. Dice que no se presenta como postulante a un cargo directivo, sino desde atender el teléfono, vender tornillos y hasta dar clases, pero no lo consigue.

Necesita estabilidad laboral y un sueldo mensual para velar por él y su familia. Los trabajos particulares “son un dolor de cabeza”. “Una semana puedo tener cuatro estudiantes y una asesoría de tesis, pero puedo tener dos semanas que nadie viene a clases”.

Carlos sigue en su búsqueda de un trabajo estable que le dé tranquilidad y estabilidad. Tiene mucho que ofrecer y aportar al país y la obligación de enviar a su familia los recursos que no se consiguen en Venezuela.