INQUIETO
Para el año 2011 muchos venezolanos no imaginaban la crisis que se avecinaría mas adelante en su país. Franliu Cedeño Martinez recuerda que para ese entonces tenía una economía estable en Casacoima, una ciudad de Delta Amacuro, al oriente de Venezuela: “Uno viajaba cómodamente a la isla Margarita y el dinero que gastaba en esos viajes se reponía trabajando”. Pero su vida dio un giro de 180º a raíz de un accidente que sufrió en septiembre del 2014, donde perdió la pierna derecha. Poco tiempo después la situación económica comenzó a agravarse en Venezuela hasta el punto que las ganancias que generaba con su barbería no alcanzaban ni para cubrir los gastos básicos de su familia, mucho menos para mejorar su condición. Fue entonces cuando decidió salir del país.
El destino Bolivia no fue al azar. Fue producto de una amistad con un joven boliviano que estudió en Venezuela a través de los programas de intercambio que solían haber con frecuencia entre ambos países. En 2017 - tres años después del infortunio -, su amigo invitó a Franliu a Bolivia y le ofreció la posibilidad de trabajar en Cochabamba. Incluso le prestó dinero para el pasaje y Franliu salió del país por Brasil con un par de muletas y decidido a emprender. En Bolivia tuvo no solo la oportunidad de trabajar en su oficio de barbero desde el principio, sino que investigó y dio con una fundación en La Paz que podía ayudarle con una prótesis. Solo necesitaba 400 dólares que se requerían como “aporte”. Fue una oportunidad que no dejó pasar. Durante cinco meses ahorró cada moneda en una caja hasta que pudo viajar y obtener la prótesis. Desde entonces trabaja de manera mas cómoda y ya el accidente es un asunto del pasado. En los últimos años Franliu ha trabajado sin cesar. En 2019 se independizó y trajo a su pareja Wuiliannis. Su hijo Franliu Jeampierre nació en Cochabamba en agosto de 2019. Franliu es de los pocos venezolanos que en pocos años ha podido reunir a toda su familia, incluyendo a sus hermanos y recientemente a sus padres.
Actualmente trabaja en sociedad con otro venezolano, Lorenzo, también de Delta Amacuro. De allí que bautizaron su barbería como “Delta”, que poco a poco se esta convirtiendo en una especie de punto de encuentro, donde los clientes tanto locales como extranjeros no dejan de llegar. “Atendemos a bolivianos, brasileros, colombianos y desde luego, venezolanos. Llegan solos, los que vienen saben que aquí se corta cabello y se pasa un buen rato compartiendo. Hemos tenido buena receptividad, así que estamos enfocados en seguir creciendo”.
Hoy reflexiona sobre su profunda relación con Bolivia, se siente agradecido con el país que lo acogió. Viajó a Santiago a invitación de un amigo, pero sigue prefiriendo Cochabamba. Dice que esta migración ha dejado un profundo mensaje a todos los venezolanos que antes tenían la vida fácil y que ahora han aprendido a ahorrar, emprender y valorar más lo que se tiene, la familia.