
Por Manfredo Kempff Suarez (*)
Aunque las declaraciones de S.E. se
hubieran realizado en EEUU, aunque se pudiera alegar que fueron emitidas de
manera informal, el admitir como posible una nueva reelección de Evo Morales a
la presidencia de la Nación, incumple compromisos, ofende todas las normas
constitucionales, y es un insulto desdeñoso para sus conciudadanos, sean estos
de la etnia que sean, ahora que, al parecer, los bolivianos no somos ya una
misma cosa.
Comprendo que es una idiotez entrar a debatir en estos tiempos sobre unas
elecciones que deberían producirse dentro de más de cuatro años. Es el colmo
del desquiciamiento nacional entrar en un tema de discutir sobre una elección
presidencial cuando hace ocho meses que entró en funciones el mandatario que
pretende ser reelegido. Pero si se ha dado la oportunidad de referirse a este
atropello es mejor hacerlo ahora.
No puede ser que ni en broma el peor
presidente de la última etapa democrática – si no lo es de toda la historia de
Bolivia – pretenda un tercer período consecutivo, burlándose torpemente del
país. No es aceptable que se preste oídos a ese abominable anuncio sin
protestar, porque sería aceptar que Evo Morales tiene el campo abierto para
ejercer una dictadura popular que lo entronice como presidente vitalicio.
El mandatario ha dicho en EEUU lo que siempre dice cuando pretende algo:
“si el pueblo boliviano lo desea…”. En efecto, es cosa de “interpretar” la
Constitución, proponer un texto, levantar la pata ovejuna, y asunto concluido.
O no faltan abogadillos oficialistas, quienes, con aire doctoral, ya vistiendo
terno y corbata, justifiquen la legalidad de esa actitud infamante. ¡Cuántos
crímenes se producen en nombre del pueblo!, decía alguien que pensaba bien pero
que no recuerdo su nombre.
Y es así. El “pueblo boliviano” está
todos los días en boca de S.E. Todo se hace en nombre del “pueblo boliviano”.
Es decir, en nombre mío también; en nombre de mi familia; en nombre de tantos y
tantos quienes pensamos que Evo Morales es el peor mandatario que ha pasado por
el Palacio de Gobierno.
Es hora de que el verdadero pueblo boliviano, el que piensa seriamente, el
que sufre mirando todo este desbarajuste – no el que levanta la pata para
berrear ni el que aplaude barrabasadas – abra la boca de una vez. Si mantenemos
silencio ante el propósito desmedido de S.E. y la justificación que hacen sus
adulones, llegará el 2015, y encima de lo que todavía quede de Bolivia se
volverá a encumbrar la inutilidad completa.
S.E. viaja lejos – ya es su
costumbre – y desde lejos lanza sus torpedos de prueba u ordena la toma de
empresas o la aprobación de decretos malolientes. Ahora ha sido en EEUU donde
el presidente Barack Obama – “un afro-americano” ha dicho S.E. con
evidente intención racista – lo habría segregado. ¿Segregado? ¿Por
qué? Nada menos que porque Obama ha manifestado lo que sabe el Congreso
norteamericano, el Departamento de Estado, y, por último, lo sabe todo el
mundo: en Bolivia se protege el tráfico de drogas, y aún más, se vive de él.
¡Esa es la Bolivia del cambio! Ya no vivimos ni de estaño ni de gas ni de soya,
sino de pichicata. Por lo menos esa es la plata que circula de mano en mano en
mercados, construcciones, farándula y comercios.
Pues bien, este señor es el que a
más de cuatro años para las nuevas elecciones generales ya está postulándose
para presidente. Claro, si “el pueblo boliviano” lo quiere. ¡Hermoso gesto! ¡He
ahí un hombre previsor y respetuoso de sus gobernados! Volverá de EEUU diciendo
que lo segregaron y contará, una vez más, que a su mamá no la dejaban entrar a
la plaza de Oruro. ¿Qué vamos a hacer ante quien le rebalsa la hiel del
resentimiento?
(*) El autor es ex - diplomático y escritor