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Nacional Política

Pinto afirmó que "ningún exiliado está feliz lejos de su patria" meses antes de su muerte

El exsenador señaló dichas palabras en una carta que escribió meses antes de su fallecimiento y que fue difundida por la revista brasileña Veja.
16 de agosto, 2017 - 17:47
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El exsenador opositor Roger Pinto.
El exsenador opositor Roger Pinto.
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La Paz, 16 de agosto (ANF).- El exsenador opositor Roger Pinto falleció la madrugada de este miércoles tras permanecer en coma inducido por un accidente aéreo que sufrió el pasado sábado en Brasil.

Se fue gracias a este desafortunado evento que salió del anonimato en el que había vivido tras que en agosto de 2013 huyera del país y se asilara en territorio brasileño.  

En una de sus últimas apariciones, Pinto otorgó una entrevista a la revista Veja en febrero pasado, medio que hizo pública una carta escrita por él en la que narra su historia, sus experiencias en el exilio y, sobre todo, la tristeza que sintió al estar alejado de su familia por varios años debido a la persecución política del que era objeto por el gobierno boliviano.

Pese a la ayuda que recibió en Brasil, Pinto tuvo que recurrir a trabajos que le permitiesen sostenerse económicamente, responsabilidad que se acrecentó porque asumió la mantención del sus tres nietos luego de la muerte de su yerno, el piloto Miguel Quiroga, en el accidente del club Chapecoense.

Una de esas labores fue el de piloto, trabajo que sería el último para él tras el accidente que sufrió el pasado fin de semana.

A continuación la carta de Pinto que fue difudida por la revista Veja :  

Cuando me refugié en la Embajada de Brasil en La Paz, el 28 de mayo de 2012, tenía la convicción de que saldría de ella en pocos días. Yo había desafiado al presidente Evo Morales al denunciar la acción de corruptos en su gobierno, pero creía que estaría protegido por mi condición de senador.

Después de una semana, empecé a percibir que mi situación se había vuelto irreversible. En poco tiempo, ya estaba psicológicamente destruido. La soledad es dura y degrada a cualquiera.

Durante los 453 días que pasé en la embajada, pensé muchas veces en entregarme. Recibía recados de partidarios del presidente que decían que ellos pretendían quemar a mis familiares vivos. Cualquier padre y abuelo conoce el significado de una amenaza de esas.

Yo sabía que ellos serían capaces de cometer ese tipo de atrocidad. Nunca perdí la esperanza de volver a ser libre. A pesar de eso, cuando el diplomático brasileño Eduardo Saboia me sugirió huir secretamente a Brasil, tuve miedo.

Era un salto en la oscuridad que podría resultar en mi muerte. En la mañana del día en que partimos, miré todo lo que tenía. Mi cama, mi escritorio. La embajada era mi casa. Yo ya me había acostumbra doy, por un instante, no quise dejar ese ambiente atrás.

Cuando entramos en Brasil, ya casi sin combustible en el tanque del coche, después de viajar por cerca de 1 600 kilómetros, sentí una emoción profunda. Yo estaba libre. He encontrado del lado de aquí de la frontera una solidaridad indescriptible.

Hice amigos entre la clase política que hoy considero miembros de mi familia. En cuanto llegué, el senador Ricardo Ferraço (PSDB-ES) me llevó a Brasilia y me ofreció refugio. Pasé casi seis meses en el apartamento del senador Sérgio Petecão (PSD-AC), que me cedió una habitación, donde viví como si fuera mi casa.

A pesar de toda la ayuda, se engaña quien cree que tuve una vida fácil desde entonces. Ningún exilado está feliz lejos de su patria. Todos los días sueño en volver a Bolivia, mi país y mi hogar verdaderos. Por más que mis nuevos amigos se esforzaran para acogerme, siempre me sentía solo.

Brasilia no era mi ciudad. Me quedaba la mayor parte del tiempo encerrado en el departamento que me había cedido. Pero en vez de dejarme consumir una vez más por la soledad, usé ese tiempo de reflexión para convencerse de que no podía permitir que los corruptos de mi país siguieran haciéndome mal.

Me encantaría el hecho de que Brasil pasaría a ser mi nuevo país y fui a buscar un empleo. Tendré breves e inicié una nueva carrera. Yo, que ya pilotaba ultraligero, descubrí en la aviación mi placer y mi sustento.

Hoy, presto servicios como piloto particular en varias partes de Brasil. Ya hice hasta vuelos panorámicos en el litoral de São Paulo. Muchas veces transporto personas que ni siquiera saben de la historia de persecución que sufrí ni del incidente diplomático que de ello resultó.

Reconstruir mi vida es más que una victoria personal. Intento mandar el siguiente mensaje de resistencia a todos los perseguidos políticos: "Evo no me destruyó".  Quiero que ellos sepan que también pueden superar las dificultades de estar en la oposición.

Obviamente, nadie sale ileso de la persecución estatal. Perdí casi todo, y en todo momento necesito vencer nuevas adversidades.

Estaba todo listo, por ejemplo, para que mi esposa viniera vivir conmigo en Brasilia. No vivo con ella bajo el mismo techo desde el refugio en la embajada, hace casi cinco años.

Pero la tragedia de Chapecoense postergó nuestros planes. En el accidente murió mi yerno Miki (Miguel Quiroga), que pilotaba el avión de LaMia que llevaba al equipo de Chapecoense.

Mi hija y mis tres nietos viven en Acre, y mi mujer va a vivir con ellos. Yo permaneceré en Brasilia, para sostenerlos con mi trabajo. Cuando me quedé confinado en La Paz, Miki cuidó a mi familia. Ahora tengo que llenar el vacío dejado por él

/ANF/ .

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