Rodrigo Duterte y Philip Goldberg.
La Paz, 11 de agosto (ANF).- El presidente filipino Rodrigo
Duterte llamó “hijo de puta” y “homosexual” al embajador de Estados
Unidos en ese país, Philip Goldberg, el mismo diplomático que fue
expulsado por el Gobierno de Evo Morales en 2008.
Duterte expresó
en un discurso que le dijo lo siguiente al secretario de Estado
norteamericano, John Kerry: "Como usted sabe, me peleo con el embajador.
Su embajador homosexual, hijo de puta. Me jode".
Kerry negó los
dichos y expresó que la conversación había sido “decente y tranquila”,
pero tras conocer la versión de Duterte, ordenó que el jefe de misión de
Filipinas en Washington sea convocado para explicar esos dichos.
Goldberg
fue acusado por Duterte de entrometerse en la política filipina por
haber criticado recientemente las decenas de ejecuciones extrajudiciales
que se realizan en ese país. Como embajador en Bolivia fue expulsado
por Morales por supuesta intromisión en los asuntos internos del país.
Duterte
es un soez político filipino, que no mide sus palabras y que llegó a
decir que el papa Francisco “es un hijo de puta” cuando la llegada del
Pontífice causó embotellamientos de tráfico en Manila, la capital
filipina.
Llegó al poder tras una polémica campaña en la que usó un lenguaje grosero, atípico para los políticos.
Durante
la campaña electoral Goldberg era embajador en Australia, desde donde
criticó una broma que hizo Duterte sobre la violación colectiva y
asesinato de una monja australiana en Filipinas, que murió cuando fue
tomada como rehén en una prisión.
“Pero era tan guapa… ¡El
alcalde debió haber sido el primero (en violarla)!”, dijo Duterte en
abril pasado al comentar la muerte de la religiosa, ocurrida años antes.
Su declaración causó una ola de indignación, aunque él se negó a
disculparse.
Pero lo más preocupante del nuevo régimen de Duterte
son los asesinatos extrajudiciales. Desde que se inició la “guerra
contra las drogas” en julio pasado, unas 800 personas han muerto a manos
de la Policía, según medios filipinos. Todos murieron en la calle o
celdas policiales, casi siempre esposados y vendados. Ninguno había sido
acusado por un juez.
Durante su campaña electoral, Duterte
–quien pide que se lo llame "el castigador"– anunció que "se olvidaría
de las leyes en materia de derechos humanos". Expresó a los traficantes
de droga: “váyanse del país antes de que los mate a todos en plena
calle”.
El presidente, que es paradójicamente un abogado, fue elegido a principios de mayo y su popularidad sigue alta.
Filipinas
es un aliado importante de Estados Unidos en el sudeste asiático,
especialmente con respecto a las relaciones con China.
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