Su historia y las historias de otros ocho niños
con cáncer han inspirado el largometraje documental "Corazón de
Dragón", un filme dirigido por Paolo Agazzi que será estrenado en
premier el próximo 7 de julio y luego colocado en cartelera para
recaudar fondos destinados al Hospital del Niño.
Alguna vez Agazzi dijo que la historia no se la
puede reconstruir en el cine, pero esta vez trata que las vidas de estos
niños hagan historia. Ha trabajado como director y productor de casi
una decena de filmes, pero asegura que “este trabajo es especial porque
trae consigo un mensaje esperanzador”.
Conoció a Sebastián, el niño cuya historia es el
hilo conductor de las otras historias de la película, cuando ya había
sido desahuciado y su expectativa de vida no superaba los tres meses.
Como queriendo distribuir amor a puñados su pequeño corazón empezó a
dividirse –algo que no suele ocurrir– y a generar angiosarcomas,
cánceres muy virulentos y peligrosos, tan extraña enfermedad que los
médicos admitieron que tenían muy poco que hacer.
“Había el peligro de caer en la pornografía del
dolor y la miseria, pero no ha sido así, estos niños y sus familias
nos comparten historias tristes pero esperanzadoras”, nos dice Paolo
Agazzi conmovido por la experiencia que la producción de la película le
exigió, pero seguro que “hay que superar el concepto, equivocado, de que
el cáncer siempre es sinónimo de muerte”.
“El cáncer no es la enfermedad que más niños y
niñas está matando, hay otras enfermedades como las infecciones
respiratorias agudas y las diarreas que se están cobrando muchas más
vidas, pero el cáncer está cobrando una factura muy alta a estos niños y
niñas y sus familias, no sólo en términos económicos sino también
emocionales”. Hay que estar hecho de otra madera para enfrentar el
cáncer o acompañar a una persona enferma de cáncer.
La película cuenta las historias de nueve niños y
niñas con cáncer a través de los relatos de su entorno más cercano,
padres, madres, hermanos , hermanas y abuelas que también son
protagonistas de estas historias que les ha cambiado la vida. Enojo,
miedo, preocupación, tristeza, culpa, soledad, impotencia, todo eso y
más, tiene que esperar porque no hay tiempo para perder la esperanza.
“Las mamás, cuando no, son quienes asumen el papel más importante,
aunque hay algunos papás que rompen el modelo masculino, y una que otra
abuela que día tras día, noche tras noche, están ahí dando apoyo y
resolviendo las múltiples necesidades que la enfermedad provoca”, porque
en el Hospital del Niño la falta de recursos obliga a un familiar a
permanecer junto al paciente las 24 horas del día. De noche, durmiendo
en una silla, están al pendiente, de día alternan los cuidados con las
gestiones ante la oficina de Trabajo Social porque “no hay dinero que
alcance para costear los medicamentos, muchos de los cuales se tienen
que comprar del exterior”, cuenta Agazzi que en su película trata de
reflejar toda esa realidad pero sin dejar de mostrar algo esencial “las
ganas de pelear que tienen los niños”.
Esa actitud es la que conmueve muchos corazones y
hace posible que las carencias se resuelvan con la solidaridad. Los
pacientes con cáncer del Hospital del Niño vienen desde las provincias
de La Paz, pero también de Oruro, Sucre, Potosí y, en su mayoría, son de
familias de escasos recursos económicos. El único acelerador lineal
que existe en La Paz para aplicar la terapia radioactiva a los enfermos
con cáncer, es de una empresa que en convenio con el Hospital del Niño
brinda el servicio gratuito a los pacientes de cáncer infantil que no
tienen recursos. “Nadie lo sabe, incluso en este tiempo que la crítica
situación de la salud en el país obligó a los enfermos de cáncer a
movilizarse para exigir al gobierno la adquisición de equipos modernos
que sustituyan a la bomba de cobalto, nadie dijo nada de estos
empresarios que desde hace varios años instalaron un servicio de
radioterapias en la ciudad de El Alto”. Tres de los ocho niños que
protagonizan el documental han recibido tratamiento gratuito en ese
centro.
La película es triste, nos advierte Paolo Agazzi,
y la música tiene un papel importante para activar las emociones. Pero
el documental también ha sido matizado con algunas escenas de animación
en 3D, lo que rompe el estilo de un documental convencional porque“se
quiso integrar un respiro visual y sonoro que esperemos le guste a la
gente”.
Sebastián es el niño que ha inspirado a Agazzi,
no sólo por su rarísimo cáncer, o porque superó todos los diagnósticos
–le dieron tres meses de vida y ya lleva un año en esta batalla
personal–, sino también porque es un apasionado del origami y porque
decidió hacer dragones para no permitir que el cáncer le robe todas las
horas que tuvo que pasar en el hospital o postrado en su cama de
convaleciente. “Hoy Sebastián ha vuelto a la escuela, le ha crecido el
cabello, está decidido a seguir viviendo. Al contar la historia de
Sebastián contamos otras historias, son nueve niños en total de
diferentes edades, algunos han fallecido durante el rodaje pero no nos
hemos quedado paralizados en la tristeza porque son historias que
merecen ser contadas, como la de la niña de Lahuachaca que en medio del
total abandono de su pueblo, de la aridez altiplánica, el amor de su
abuela es el sostén para seguir viviendo. No cuento más porque la
película merece ser vista”.
La película está pensada para sensibilizar a la
población, por eso luego de la premier de estreno, intentará competir en
cartelera “con el cine norteamericano que ha copado el 90 por ciento de
la pantalla”. Agazzi cree que lo logrará porque esta es una historia
que te compromete pues “como dice el hermano del Sebastián “cuando me
preguntan qué tiene mi hermano, yo respondo que ha nacido con un corazón
muy grande”.
(ZA)