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Cultura y farándula

El arte, instrumento para cambiar un mundo feo

REPORTAJE/ “La luz de la Memoria”, un recuento de testimonios, fotografías, archivos hemerográficos y fotográficos de la lucha por la libertad en Bolivia desde los años 60, es una muestra itinerante que visitará varias capitales del país.
2 de Septiembre, 2012
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Por LETICIA SAINZ

La Paz, 2 Sep. (ANF) -
El mundo es feo y hay que cambiarlo. Y el arte es una de las herramientas. Los artistas interpelan y cuando no proponen al menos cuestionan las debilidades sociales. Son los políticos los encargados de darle contenidos ideológicos a esos caminos de cambios sociales. Y sucede. Acompañan los tiempos con sus características. Ahí están, en esta época de tecnología,  las manifestaciones artísticas anunciando inconformidad: grafitis, bailes, cantos, pinturas o facebook, twitter y otras. El pulso de la sociedad es el arte sin duda alguna.

¿Y cómo andamos por casa en esto del arte? Mal. “No tenemos políticas de estado para el arte”, dice Edgar Arandia, director del Museo Nacional de Arte que, en cualquier otro país, es la cuna donde se guardan los tesoros artísticos que cuentan la historia de los pueblos. “El Gobierno me apoya, pero no me ayuda”, agrega. Y su lucha fundamental es contra la burocracia que no se conduele y permanece inamovible frente a las necesidades del Museo que, a causa de ello, está a punto de perder presupuestos y lo que es irreversible, tiempo precioso para ejecutar sus planes y proyectos que involucran muchas actividades.

Pero no es sólo el Estado que no tiene políticas. Tampoco los medios de comunicación,  que relegan el arte y la cultura a suplementos marginales porque sencillamente no son tan atractivos para generar publicidad. Y esta es la causa que explica que iniciativas como la reciente muestra del Museo Nacional de Arte,  “La luz de la Memoria”, no mereciera ni la atención de los medios ni de las autoridades que no asistieron siquiera a verla.

La muestra, iniciativa de Arandia y ejecutada con verdadero fervor por el personal del Museo, no solamente era un recuento de testimonios, fotografías, archivos hemerográficos y fotográficos de la experiencia de hombres y mujeres en la lucha por la libertad en Bolivia desde los años 60, sino una llamada de atención para la revalorización de la democracia que tanta falta hace. Allí estaban los hechos que, de manera incuestionable, mostraron que lo que se vive hoy, en términos de libertades políticas, se sembró hacen casi 40 años.

El Museo Nacional de Arte no es hoy en día solamente un repositorio de pinturas de santos y cristos sangrantes. Es un centro de memoria activa donde dialogan las manifestaciones artísticas indígenas con las coloniales; donde se investiga, se debate, se conversa sobre temas que hacen a nuestra historia cultural tan rica en todos los sentidos.

La “Luz de la Memoria” apenas ha comenzado. Es una muestra itinerante que visitará El Alto y otras capitales y en cada una de ellas se irá enriqueciendo con la memoria de sus propias historias hasta llegar a la Casa de la Memoria que es, entre otros, el sueño de Edgar Arandia. 

Ya la Casa de la Cultura de El Alto propuso adjuntarle otra, preparada también por los artistas, que refiera la experiencia del 2003 y, en Santa Cruz, que la espera para noviembre y diciembre, se adjuntará la memoria sobre los fusilamientos del Pari; en Oruro, en octubre, se le añadirá una explicación de por qué todas las marchas parten de Caracollo.

“Si logramos que al final del recorrido de la Muestra por todas las capitales de Bolivia, cada una le haya añadido algo de su propia memoria y experiencia, tendremos material más que suficiente para comenzar la Casa de la Memoria. Esa es la meta”, dice Arandia sin perder el entusiasmo.

Las propuestas ideológicas y políticas del actual proceso también llegan al Museo. La descolonización, por ejemplo, ha sido trabajada en muestras dialogantes, pero que tampoco han merecido la atención mediática.

En esa línea, el Museo Nacional de Arte ha preparado tres muestras que el director llama “dialogantes”: las visiones de Cristo, la devoción al Tata Santiago, a Jesús del Gran Poder y ahora se prepara una cuarta que será producto de investigaciones de profesionales del propio Museo, para indagar por qué bailamos tanto, dónde están esos orígenes.

“Queremos cambiar– dice Arandia - la idea de un Museo colonizado donde se considera arte solamente lo producido desde la Colonia; al resto, le llaman artesanía o etnografía y no es así. Se comen un buen pedazo de nuestra historia” y, por supuesto, acompañando esta nueva visión hay también un grupo de artistas listo para reemplazar a las “vacas sagradas” que mantuvieron por décadas la conducción no solamente de los museos sino también de las visiones que él llama “colonizadas”.

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